La Razón (Madrid)

PREGUNTITA­S AL BUEN DIOS DE LAS VACUNAS

- Fernando Sánchez-Dragó

AhoraAhora ya no se acuerda casi nadie de Atahualpa Yupanqui, pero ese coplero argentino, que fue rojísi-mo rojísi-mo y luego se hizo peronista, compuso una canción que se llamaba así: «Preguntita­s al buen Dios». A quienes en los años cincuenta y sesenta también éramos rojísi-mos rojísi-mos –juventud, estúpido tesoro–, nos encantaba. Yo he añadido ahora la alusión a las vacunas, transforma­das por la demodictad­ura reinante en algo similar al Mesías. De ellas depende la salvación de la humanidad. Yo no digo que eso no sea cierto. No soy un negacionis­ta. Tampoco soy un entusiasta de las consignas que el establishm­ent lanza. El problema radica en que no hay un solo Mesías, sino muchos, y cada vez más, en la lista de los que nos proponen. Y nosotros, los míseros mortales que sólo aspiramos a salvar el pellejo y no el alma de nadie ni las cuentas corrientes de los accionista­s de las farmacéuti­cas, nos quedamos tan perplejos ante las distintas opciones como lo estaba el asno de Buridan ante los dos idénticos montones de heno que su dueño les ofrecía e, incapaz de elegir, se murió de inanición.

Esta mañana, nada más despertarm­e, dejé en mi cuenta de Twitter lo que aquí transcribo: «Con tanto ir y venir de dimes, diretes, bulos y noticias sobre las vacunas lo relativo a ellas se ha convertido en una ruleta rusa con más de una bala en la recámara. Sí, no, sí, no... La AstraZenec­a, desde luego, a mi edad, no. Me inspira bastante más confianza la rusa...».

Y unos minutos después, haciendo hilo, añadí esto: «Pero parece que la rusa no está al alcance de los europeos y yo, mal que me pese, lo soy. Después de deshojar un poco la margarita y de no llegar a ninguna conclusión, me voy a la ducha sin apretar el gatillo de la ruleta».

Eso fue el miércoles. Aunque las cosas, últimament­e, cambian a velocidad de vértigo, sospecho que nada habrá cambiado cuando hoy, cuatro días después, esta columna aparezca. Yo seguiré dando vueltas al tambor de una ruleta que no será rusa, como el tópico sostiene, sino europeísta. Europea, no, porque Rusia, sede de lo que no en balde lleva fama de ser la Tercera Roma, es muchomás europea, muchomás occidental y mucho más sensata que el rebaño de churras mezcladas con merinas y pastoreado por chupatinta­s irresoluto­s y venales que tiene en Bruselas su pesebre. Que el buen Dios nos conserve a Putin.

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