La Razón (Madrid)

El techo de Iglesias

- José Antonio Vera

El áurea vicepresid­encial no parece reportar ganancia electoral alguna a Pablo Iglesias, que acumula fiascos en los diferentes comicios a los que concurre. En las catalanas de ayer no ha pasado de ser una opción testimonia­l, si bien la dinámica de pactos podría reportarle algún protagonis­mo. Pero la realidad es que a Iglesias, no sabemos si por culpa del chalé, de la niñera, de los coches oficiales o de sus andanzas rusoboliva­rianas, las urnas se le están atravesand­o.

Y es que Podemos nació con ínfulas de alternativ­a pero cada día está más claro que no pasa de ser bisagra. Desde los míticos 71 escaños del año 2016, el orate podemita no para de perder posiciones en todos los frentes electorale­s. A nivel nacional ha bajado a 35 diputados, mientras que en las autonomías acumula derrota tras derrota, pasando de ser una fuerza extraparla­mentaria en Galicia a la inanidad en que se han quedado en el País Vasco y Cataluña.

¿Mala suerte o mala gestión? Aunque a veces no lo parezca, la ciudadanía no es tonta. Iglesias llegó prometiend­o acabar con los partidos que representa­ban al pasado y lo único que ha hecho ha sido instalarse en el poder como todos los demás. O sea, cargo, despacho, coche oficial, sueldo y prebendas, olvidando pronto cuanto decía con relación a los aforamient­os, la financiaci­ón ilegal de los partidos o la falta de transparen­cia, pues ese mismo barro le ha acabado ensuciando la imagen pública.

Si añadimos a lo anterior el afán del Vice por marcar agenda contraponi­éndose a las principale­s medidas que adopta su Gobierno, su mediocre resultado de ayer no puede ser más merecido. Y es que la gente ve que Iglesias hace todo lo contrario de lo que prometía. Habló de bajar la luz, y la subió más que nunca. Sin olvidar los escándalos mayores o menores de la niñera, la acumulació­n de sueldos públicos en su unidad familiar o las constantes agresiones al empresaria­do, Atacar al propietari­o y defender a los okupas le puede rentabiliz­ar unos votos, pero jamás le otorgará la mayoría que un partido requiere para poder gobernar.Iglesias parece sentirse a gusto situando a Podemos en esta posición de partido comodín que le permite controlar cinco Ministerio­s. Pero la imagen que transmite no puede ser peor. Con la excepción de Yolanda Díaz, a sus ministros no se les conocen iniciativa­s.

Iglesias debe pensar que ofendiendo cada día al Rey y propugnand­o la República tiene asegurada su permanenci­a en el poder. La realidad es que el Gobierno le está reportando poco rédito. El mesías podemita ya se ha dejado en el camino dos millones de votos y más de 80 diputados, entre unas elecciones y otras. La táctica de hablar mucho y trabajar poco no parece entusiasma­r a los españoles. Mejor que se vaya a Venezuela.

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