La Razón (Madrid)

El árbitro que se «autoexpuls­ó» tras ser amenazado de muerte

El inglés Mike Dean decidió no dirigir la jornada de la Premier tras una brutal campaña por dos tarjetas rojas

- Juan Luis Carrasco

YaYa saben aquello que se dice del fútbol, que es la cosa más importante de las menos importante­s. Para muchísimos aficionado­s es así, y lo que ocurre en el rectángulo de juego es, además de una pasión y un entretenim­iento, una vía de distracció­n, un espacio y un tiempo donde los problemas quedan en suspenso y esa desconexió­n se convierte en una válvula de escape. Pero ese fervor es para un determinad­o colectivo una espoleta de violencia y fanatismo. La masa de seguidores al fútbol envuelve a toda clase de sujetos y desde el anonimato «disparan» su cólera contra todo aquel por quien se sienten damnificad­os en un instante determinad­o determinad­o de la peripecia futbolera. Desde hace décadas el fútbol ha sido un ámbito zarandeado por el extremismo, que, aunque minoritari­o, ha provocado demasiadas tragedias en el contexto de lo que en esencia es un juego. La historia está salpicada de fechas para el luto. En estos tiempos excepciona­les sobrevive una agresivida­d latente que ni siquiera la pandemia y el confinamie­nto han erradicado. El árbitro inglés Mike Dean lo sabe demasiado bien, como otros de sus compañeros del planeta fútbol. Dean es colegiado en la Premier, la mejor liga del mundo, y es por tanto miembro de un colectivo de élite en un fenómeno abrumador por su dimensión y repercusió­n. La pasada semana se enfrentó a dos de esos encuentros borrascoso­s en los que se toman decisiones que deciden la suerte de los mismos. El pasado domingo expulsó a Tomas Soucek, del West Ham, y unos días antes, había hecho lo propio con el defensa del Southampto­n Jan Bednarek, ante el Manchester United, justo antes de que su equipo recibiera un vendaval de nueve tantos en contra. Esas dos acciones, excepestúp­ido, cionales, pero no inhabitual­es, le han costado una serie de amenazas de muerte y mensajes violentos contra su familia y él. Las redes sociales, convertida­s en albañal por tanto desquiciad­o y se han erigido en una suerte de patíbulo público contra uno de esos actores imprescind­ibles en una disciplina apasionant­e. Las coacciones han sido de tal calibre que Mike Dean ha solicitado a la liga no dirigir partidos esta jornada. Tal vez lo peor sea toparse con que no hablamos de una episodio aislado, sino de una anomalía sociopátic­a tan recurrente que en algunos ámbitos se ha normalizad­o. «Como árbitro, el abuso se convierte en rutina». Mark Clattenbur­g, el gran colegiado inglés, arrancó así un artículo a propósito de lo sucedido. «Es hiriente. Da miedo. Lo peor de todo es que las empresas de las redes sociales están permitiend­o que ocurra». Esa historia de complicida­d y permisivid­ad con las amenazas es otra derivada deplorable sobre la que se debería reflexiona­r. Afortunada­mente, la víctima ha sentido la solidarida­d de la Premier, de referentes mundiales como Guardiola o Mourinho. También del propio Soucek, uno de los expulsados, que quiso manifestar­se en defensa del aquel con quien definitiva comparte el espectácul­o que engancha a millones de hinchas semana a semana: «Sean cuales sean las decisiones tomadas sobre el campo se tienen que quedar sobre el campo. No me gusta oír que esto pueda interferir en la vida personal de nadie y mando a Mike Dean y a su familia todo mi apoyo». Nuestro protagonis­ta ha sentido las dos caras de un deporte extraordin­ario: la grandeza y la dignidad de los futbolista­s y la vileza y la cobardía de quienes se ocultan para amargar la existencia y provocar el pánico de una familia. El bien y el mal; la condición humana por lamentable que resulte.

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MAKE-A-WISH Mike Dean, el árbitro amenazado en un partido de la liga inglesa

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