La Razón (Madrid)

UNA HISTORIA DE MONJAS Y MILICIANOS

- Manuel Calderón

PrimeroPri­mero fue la Guerra Civil, como siempre, cuando grupos de milicianos destruyero­n el monasterio de Santa María, ubicado en Villa nueva de Si je na, Huesca. Los historiado­res debaten todavía si fueron unidades procedente­s de Cataluña o si eran del mismo pueblo. Unos u otros, con las mismas intencione­s, destruyero­n y sustrajero­n objetos religiosos y obras de arte. De esa manera, salieron de Sivivía jena las pinturas murales románicas y acabaron custodiada­s en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Pasados los años, hubo una sentencia, del 4 de julio de 2016, para que fuesen devueltas. En Barcelona les habían cogido cariño. De esta manera se inició un litigio en el que la Generalita­t recurrió la sentencia, y volvió a utilizarse la palabra comodín de «expolio» ¿Quién expolia a quién? Finalmente se devolviero­n. Luego, vino el abandono y mucha desidia durante unos años en el que nuestro patrimonio languidecí­a. En 1969, la orden de San Juan de Jerusalén, que

en el convento de Santa María, se trasladó a Valldoreix (Barcelona), y con ellas parte de los bienes, que se instalaron en la diócesis de Lérida, bienes que las monjas –realmente muy caritativa­s– vendieron, entre en 1983 y 1994, a un precio muy asequible a la Generalita­t. Esta operación quedó anulada por lo que deben ser devueltas, entre otras razones porque las monjas sanjuanist­as sólo comunicaro­n la venta al Vaticano, pero no al Ministerio de Cultura, en tantoeran obras protegidas. De nuevo, la administra­ción catalana recurrió pero, finalmente, un juez obligó a a que volvieran a Si je na. Ayer se cumplí a el plazo para reponer las obras y todo volvió al lugar de donde no deberían haber salida. Pero, claro, hubo una guerra, la de siempre.

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