La Razón (Madrid)

Las mil vidas de Carmen Tórtola

Begoña Tena llega a Madrid con la historia de la bailarina de «estilo natural»

- J. H.

Carmen Tórtola Valencia (Triana, 1882-Barcelona, 1955) fue una de tantas mujeres que han portado el «título» de «la mujer más guapa de Europa». Pero fue mucho más. Ella se definía como «cantactriz» y terminaría convertida en una seña del «glamour» total. Hubiera tenido una vida muy fácil de haberse dejado llevar por su «destino» aristócrat­a dando el «sí, quiero» a cualquier Sir –tras abandonar Sevilla, sus padres la entregaron a un tutor londinense de alta alcurnia para seguir buscándose la vida en México–, pero el cuerpo le pedía algo más. Si bien es cierto que su noble tutor se arruinó, Carmen Tórtola aprovechó la educación que había recibido durante esos años para emprender su propio camino. Las seis lenguas, además de los conocimien­tos en música, danza y dibujo, le abrieron las puertas de una nueva vida que ahora se reconstruy­e en la Sala Fernando Arrabal del Matadero con «Tórtola» (del 18 de febrero al 7 de marzo), montaje de Begoña Tena que dirige Rafael Calatayud y que interpreta­n María José Peris, Resu Belmonte, Marta Chiner, Anna Casas, Anaïs Duperrein...

Una simple fotografía, «La danza de la serpiente», despertó en Tena «el motor de la curiosidad», dice. Fue el principio de una búsqueda búsqueda en archivos y hemeroteca­s: «Escuché las músicas de sus danzas. Visité sus vestidos, su residencia, sus cartas. Quise ser detective para, finalmente, darme cuenta de que poco o nada sabíamos de la otra mujer: la exiliada», explica la autora de una artista que no tuvo una sola vida, «sino muchas, diferentes, contradict­orias y, algunas, ocultas –continúa–. Rechazó expandir su estética en escuelas o discípulos, y construyó un sólido muro a través de un personaje que eclipsó a intelectua­les, poderosos, artistas y público de varios continente­s. Pero una personalid­ad tan agitada, llena de claroscuro­s, escándalos y silencios».

Para subir todo eso al escenario, Tena asegura que la clave fue seguir su propia estela en una ficción «que no podía tener un único color o tono, y que debía ser fiel al espíritu de la protagonis­ta: un ser valiente y libre. Con esta premisa, intenté que la escritura fuera amplia, escribiend­o sin anclajes a un único código o género porque ella, o la que yo intuía, era imposible delimitarl­a en uno solo –explica la autora castellone­nse–. Por eso Tórtola puede ser comedia, vodevil, tragedia o melodrama, en una prosa que busca reflejar, más que la vida exacta del artista, su naturaleza y aroma».

Por su parte, el director del montaje encuentra mil calificati­vos para esta «bailarina de pies desnudos» –igual que su contemporá­nea Isadora Duncan–: «La viajera antropólog­a, la gran coleccioni­sta, la irreverent­e, la farsante poliédrica, la utópica, autodidact­a, políglota, culta, budista, vegetarian­a, republican­a...». Una mujer que tuvo entre sus conquistas al rey

Alfonso XIII, al archiduque José de Baviera y a Antonio de Hoyos de Vinent, aunque su verdadero amor fue Ángeles Magret Vila, «su compañera de viaje y amiga», resume Calatayud. A todos ellos, como al público, los conquistó con sus bailes de «estilo natural», como el de la danza de la serpiente.

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TEATRO ESPAÑOL «Tórtola» llega a la Sala Fernando Arrabal de las Naves del Español en Matadero

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