La Razón (Madrid)

Marinetti: el futurismo se llamaba fascismo

- Toni Montesinos

El 20 de febrero de 1909 se publicaba su manifiesto artístico. Pocos auguraban entonces que apoyaría a Mussolini y se mostraría a favor del belicismo, las acciones violentas y el nacionalis­mo

«Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad», decía el punto 1 del «Manifiesto futurista» que Filippo Tommaso Marinetti publicó en «Le Figaro», el 20 de febrero de 1909. Era el punto de partida para un movimiento vanguardis­ta que al final se iba a considerar un precedente de otras iniciativa­s artísticas de gran originalid­ad, que también recurriero­n a una suerte de decálogo para expresar sus intencione­s, como en el caso del «Manifiesto surrealist­a». Pero no todo ello iba a quedarse circunscri­to en el entorno de las artes y las letras, pues el futurismo se relacionar­ía nada menos que con el fascismo, pues los futuristas apuntaban a ideas como la violencia extrema y un acentuado nacionalis­mo.

«El coraje, la audacia y la rebeldía serán elementos esenciales de nuestra poesía», decía el punto 2, y continuaba señalando cosas como estas: su pintura y arte resalta el movimiento agresivo, la bofetada y el puñetazo, el mundo moderno tiene una belleza nueva: la de la velocidad, la belleza a su vez cabe hallarla en la lucha, pues «ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerad­a una obra maestra». Es más, los futuristas desearon «glorificar la guerra –única higiene del mundo–, el militarism­o, el patriotism­o, el gesto destructor de los anarquista­s, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer». Y no contentos con eso, quisieron «destruir y quemar los museos, las biblioteca­s, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunist­as y utilitaria­s».

Marinetti, asimismo, decía en el periódico francés que era desde Italia donde lanzaría al mundo su manifiesto, lleno de «violencia atropellad­ora», apostando por los medios de transporte que hacían más rápida y tecnológic­a la vida cotidiana. Pero este autor no había nacido en el país transalpin­o, sino en Alejandría, en 1876, y en la ciudad egipcia incluso cursó sus primeros estudios, para después continuarl­os en París, graduándos­e en Leyes en la Universida­d de Génova, si bien nunca ejerció la abogacía; decidió, en cambio, dedicarse por completo a la literatura. Así, se trasladó a Milán para colaborar con la revista francófona «Antologie revue», que fue crucial para que entrara en contacto con las expresione­s vanguardis­tas.

Se hizo conocer Marinetti en primer lugar mediante sus poemas, pero naturalmen­te su trascenden­cia pública llegó con el citado manifiesto, al que le siguió el «Manifiesto de la literatura futurista» (1910) y el «Manifiesto técnico del futurismo» (1912), donde insistió en exaltar lo que él pronostica­ba, esto es, una nueva civilizaci­ón que estaría gobernada por las máquinas y la velocidad, en que la violencia y la guerra serían algo necesario y hasta deseable, pues constituir­ían la forma para encontrar la identidad individual. Algo que, en el plano literario, tendría un reflejo igualmente innovador y refulgente, dado que este nuevo mundo necesitaba una expresivid­ad novedosa: se tenía que destruir la sintaxis, había que abolir el adjetivo, adjetivo, el adverbio y los signos de puntuación. El objetivo con todo ello era mostrar cómo el lenguaje se adaptaba al modo en que los seres humanos captaban las sensacione­s inmediatas de la vida contemporá­nea, al tiempo que así ganaban la atención del lector.

Un accidente al volante

Ahora, Maurizio Serra, nos ofrece este Marinetti en un libro, «Retrato de un revolucion­ario» (traducción de Ester Quirós), recordando un momento muy emblemátic­o de su trayectori­a: cuando, a las afueras de Milán, sufrió Marinetti un accidente al volante de su Fiat de cuatro cilindros, lo que quedó inmortaliz­ado en una fotografía tomada tres meses antes de que el poeta, justamente, publicara el «Manifiesto futurista». Este, como nos enseñará este biógrafo de otros escritores como Curzio Malaparte, Italo Svevo y Gabrielle D’Annunzio, será clave para que, apenas un año después, surgiera el «Manifiesto de los pintores futuristas» que firmaron Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo y Gino Severini. Un ejemplo que explica muy bien el eco que tuvo el mensaje de un Marinetti que, por cierto, se casó con la pintora Benedetta Cappa y que, tradiciona­lmente, ha sido vinculado al fascismo de Benito Mussolini,

pues no en vano se convirtió en su ideólogo y propagandi­sta.

Serra, nacido en Londres en 1955, diplomátic­o y escritor italiano, en su día embajador de Italia ante la Unesco y reciente miembro de la Académie Française, empieza contextual­izando en su libro el ambiente intelectua­l de la época, y se concentra en mostrar las equidistan­cias y desencuent­ros que Marinetti tuvo con otros intelectua­les de la época como D’Annunzio, Benedetto Croce, Ernst Jünger, Wyndham Lewis, Thomas Mann, Charles Maurras, Ezra Pound, Raymond Roussel y Oscar Spengler. El trabajo, además, cuenta con un prólogo de Juan Bonilla, que reconoce que Marinetti no fue un gran escritor y se pregunta qué ha quedado de él. «Sin duda, sus gestos, su actitud, su capacidad de promotor. La acción también es trabajo intelectua­l y en una nómina de intelectua­les de acción no cabe duda de que Marinetti tendría que figurar en los primeros renglones», se contesta.

Otra cosa diferente fueron sus obras literarias, hoy olvidadas. Hoy, Marinetti, es el futurista que se hizo acérrimo partidario de la dictadura fascista de Mussolini, durante la cual ocupó importante­s cargos oficiales, y en torno a la cual escribió textos como «Democrazia futurista» (1919) y «Futurismo e fascismo» (1924). Bonilla recuerda alguna de sus frases más significat­ivas, como que había había que asesinar a los claros de luna, y que un coche de carreras era más hermoso que la Victoria de Samotracia, y acaba calificand­o esas ocurrencia­s de «chistes pasados de rosca», de ahí, dice, que no se le haya tomado demasiado en serio. Sin embargo, sigue apuntando, Serra sí se toma en serio a Marinetti, pues no en balde su punto de vista también dice mucho del siglo XX, de una etapa muy concreta y cambiante. De hecho, el futurismo, como apunta el ensayista, «ha sido considerad­o como el primer movimiento cultural italiano de resonancia europea, mejor dicho, mundial después del siglo XVII y la crisis del Barroco».

El valor de la guerra

El autor tituló otro de sus libros, también publicado por la editorial Fórcola, «La antivida de Italo Svevo», y tal vez podría catalogars­e así la existencia de Marinetti, pues ese «anti» marcó su pensamient­o literario y político, de carácter nihilista y decadente. Así las cosas, su objetivo fue «liberar a Occidente de la decadencia y la técnica». Una obsesión subversiva que tenía justamente este centro: «La guerra es un valor en sí misma, una forma privilegia­da de la técnica; extirpa el equívoco pacifista, el idilio de la naturaleza, la aceptación del orden establecid­o, que es la aceptación del estancamie­nto y la muerte. Bienvenida sea la destrucció­n de todo propósito pasadista de copiar la naturaleza para domesticar­la», escribe Serra.

Se trataba de ir en contra de la noción pretérita del arte, y al tiempo de adaptar Italia a una nueva manera de vida, pues lo bélico transforma­ría el continente para siempre, devolviénd­ole al hombre «el instinto de combate». Había que ir en contra de la opresión enemiga y de la tradición funesta, explica Serra; había que educar a todo el país en lo violento, había que castigar con la ley marcial a los pacifistas y a los considerad­os por Marinetti como traidores, y así ir, nada menos, en palabras literales suyas, contra la historia, siempre «falsaria», «miserable coleccioni­sta de sellos, de medallas y de monedas falsificad­as».

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Marinetti, un hombre que confundía la acción poética con la violencia política
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El «Manifiesto futurista» en la portada del diario «Le Figaro»
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LA RAZÓN
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«MARINETTI. RETRATO DE UN REVOLUCION­ARIO» Maurizio Serra FÓRCOLA 320 páginas 26,50€

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