La Razón (Madrid)

Isabel Preysler no suma años, sino portadas del «corazón»

A punto de cumplir 70 años, todo lo relacionad­o con su nombre es señal de éxito

- Carmen Duerto-Madrid

«Tú nunca me has querido, ya lo ves. Qué nunca he sido tuyo, ya lo sé». Es la letra de una canción compuesta por Julio Iglesias en 1980 que coincide con el comienzo meteórico hacia la fama de la madre de sus tres hijos mayores que, desde que se divorciara del cantante, no ha dejado de estar presente en las portadas de las revistas. Tanto es así, que sus hijas, Tamara Falcó y Ana Boyer reconocen que son sus mejores álbunes de fotos familiares.

Este segundo año pandémico, Preysler celebra dos hitos, los 50 años de aquella boda con el cantante que llevó «Gwendoline» a Eurovisión y el haber llegado a los 70 años como la mejor «influencer» del periodismo social español. Preysler los cumple el próximo jueves y se debate entre dos emociones, la alegría por el nuevo nieto que le dará su hija Ana y el disgusto por la separación del mayor, Julio José. Aunque ella haya pasado por esa situación varias veces, con un hijo se siente con otra intensidad porque si algo es Preysler, es madraza. madraza. Todo por sus hijos. Ella ha pasado por bodas y divorcios, a cada cual más sorprenden­te. Cantante, aristócrat­a, ministro y ahora, premio Nobel. Ha hecho del influencis­mo, una carrera. Si Cindy Crawford me aseguraba en una entrevista, que la Crawford inc. era toda ella señalándom­e su cuerpo. La Preysler Inc. es exactament­e igual. No canta, no baila, no pinta, no cocina, no escribe, no va a «Sálvame» y, sin embargo, es la que más portadas acumula. Lleva 50 años de actualidad. Posee el misterio oriental, la educación internacio­nal y el sentido de una «mamma» del sur. No es perfecta, pero lo parece. Hablas con ella por teléfono y consigue crear una atmósfera de paz y confianza como si fuera tu amiga. Se interesa y pone sus seis sentidos como si no tuviera otra cosa que hacer en ese momento, nada más que escucharte. De vez en cuando, te pide disculpas y se dirige a alguien en inglés, para volver a la conversaci­ón. En estos tiempos de covid ha estado pendiente de la gente que forma su entorno por asegurarse de que estaban bien y por si necesitaba­n algo. Es metódica, rigurosa, organizada y exigente. Ella misma lleva sus cuentas, su contratos, su vida y sus aparicione­s. Difícilmen­te le podrían aparecer coches Jaguar en el garaje o contratos firmados que ella no sepa. No necesita manager o publicista. Ha llevado las riendas de sus 70 años de vida. El jueves soplará las velas en Madrid, porque hasta que no se vacunen, tanto ella como Vargas Llosa son personas de riesgo. Cautelosos con sus salidas de casa y aunque escasas, no se han privado de acudir a la ópera o alguna cena con amigos. Cerrar el ciclo con su cuarta boda sería un regalo para el Nobel, que ya se lo ha pedido.

Conserva a sus amigas de cuando llegó a España, con las que solía quedar los viernes a ver una película y a darse una cena capricho, con hamburgues­as, pizza o sandwiches, lo que habitualme­nte tiene prohibido en su afán por cuidarse. Al parecer, Isabel es muy misteriosa, no suele contar mucho a donde va o lo que hace. «Tiene un miedo espantoso a que alguien se vaya de la lengua y acabe saliendo en la prensa. Es muy agradecida y muy femenina, que le regalen ropa le encanta. También es muy golosa y le fascina el chocolate, por eso su tarta del jueves será de chocolate seguro», según afirma una persona cercana.

Gran anfitriona

Este año no podrá invitar a comer, pero cuando ha recibido, según su amigo, Julio Ayesa «lo hace de maravilla. El servicio sirve uniformado y con guantes. Todo elegantísi­mo. Hay un dato que lo dice todo: el servicio le dura mucho porque se porta muy bien con ellos. Ella tiene una piscina de agua caliente, en un salón enorme que esta pegado al comedor, allí hay varias mesas para comer y estas viendo el jardín. Isabel recibe mucho en la piscina climatizad­a. Ahí cené una vez con Beckham y su mujer porque Victoria quería conocer a su hijo hijo Enrique y justo cuando me lo comentó Enrique estaba en España, así que Isabel propició que se conocieran».

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GTRES La socialité sigue siendo, a sus casi 70 años, una de las mujeres más elegantes del país

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