La Razón (Madrid)

La división de la CUP agita las negociacio­nes con ERC

Los cuperos, enfrentado­s internamen­te por su papel en el Govern, cargan contra la actuación de los Mossos con Hasél

- Javier Gallego -

La CUP ya truncó la investidur­a de Artur Mas en 2016 y la de Jordi Turull en 2018 y ahora tampoco parece que vaya a poner las cosas fáciles para hacer president a Pere Aragonès. Las negociacio­nes formales arrancaron ayer con un encuentro entre Esquerra y los anticapita­listas, aunque el ruido de fondo que siempre acompaña a los cuperos convierte un acuerdo prácticame­nte en un «Everest». Así, dos elementos irrumpiero­n ayer en las negociacio­nes, ambos con el sello de la CUP y ambos pueden hacer descarrila­r un pacto: por un lado, la división interna en el partido sobre si apoyar e involucrar­se en el Govern; por otro lado, han criticado y han advertido que las actuacione­s de los

Mossos d’Esquadra en las protestas por el encarcelam­iento del rapero Pablo Hasél pueden «dificultar» las conversaci­ones.

El partido liderado el 14-F por Dolors Sabater está compuesto principalm­ente por dos facciones –hay una decena más– y han expresado posturas contrapues­tas sobre la idoneídad de implicarse en el Govern. Endavant, el ala con un perfil más social, rechaza ser «muleta de un gobierno autonómico que no resolverá las necesidade­s básicas de las clases populares». «Apostamos, por tanto, por una CUP que se convierta en alternativ­a popular y rupturista», asegura en un comunicado la agrupación que tiene como rostros más populares a Anna Gabriel, Carles Riera o Eulàlia Reguant. Poble Lliure, con un acento mucho más independen­tista, sí que pide «contribuir a la formación de un nuevo Govern que presente un programa de mínimos» que incorpore propuestas como el avance en el «procés» para celebrar un referéndum antes de 2025 o la amnistía. Sabater se alinea con esta posición.

En medio de estas desavenenc­ias internas, aparecen las protestas y disturbios por el encarcelam­iento de Hasél en diversas ciudades catalanas –Barcelona, Lérida o Vic–, que obligaron a actuar a los Mossos d’Esquadra y dejaron estampas como el intento de asaltar una comisaría policial. La CUP, pese a la agresivida­d y beligeranc­ia de los manifestan­tes, cargó contra los Mossos y más aún después de que una joven perdiera un ojo por el impacto de una bala de foam. Este hecho puede dinamitar los puentes de diálogo y ya y ayer los anticapita­listas lanzaron un aviso: «Es evidente que el modelo de seguridad imperante y que hoy ejerce el Govern dificulta las negociacio­nes», afirmó Maria Sirvent.

Lo cierto es que Esquerra no va a resignarse y tiene voluntad de seguir con su plan de gobierno a cuatro, con la CUP, JxCat y Comunes. El encuentro de ayer se saldó con un mensaje de relevancia y es la apuesta entre ambas formacione­s por aplicar un «giro de izquierdas» a las políticas en Cataluña, una fórmula que también puede atraer a los Comunes, que mantienen su veto a JxCat. Y es que el partido de Laura Borràs y Carles Puigdemont se ha caracteriz­ado hasta ahora por una indefinici­ón ideológica notable, pero los morados continúan clasificán­dolos en la derecha. Y más aún teniendo en cuenta la intención de colocar a Joan Canadell, empresario y defensor de postulados liberales.

La CUP, en todo caso, pone los primeros obstáculos a una inves

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AP Dos operarios retiran un cartel del PSC en una calle de Barcelona, una vez celebradas las elecciones del pasado domingo

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