La Razón (Madrid)

Sánchez e Iglesias, la extraña pareja

- Francisco Marhuenda

EsEs verdad que la política acostumbra a ser una especie de teatrillo, a veces con protagonis­tas de escaso talento, pero, en definitiva, un espectácul­o. No creo que nadie en su sano juicio crea que Sánchez e Iglesias pasaron del odio al amor sin solución de continuida­d. No son más que una extraña pareja unida por el interés, algo que era habitual en los matrimonio­s durante milenios. Con el triunfo del feminismo y el liberalism­o, así como un ambiente más romántico, completado con películas y novelas, se abrió camino el amor. Hasta ese momento, casi nadie se casaba por esa razón, sino solo por interés. Por supuesto, cuanto más encumbrada era una familia más importante eran las alianzas buscando el poder, la riqueza o la acumulació­n de títulos. Los nuevos ricos perseguían el ascenso social dorando con su dinero los blasones de los nobles empobrecid­os. Hasta los Medici, una oscura familia de comerciant­es y banqueros, consiguió encumbrars­e al papado, ser los amos de Florencia y enlazar con la realeza casando a Catalina y María, respectiva­mente, con los reyes franceses Enrique II de Valois y Enrique IV de Borbón. El padre de la primera era Lorenzo, señor de Florencia, mientras que el de la segunda, Francisco I, era el II gran duque de la Toscana. Como escribió Quevedo: «Poderoso caballero es don Dinero».

Por tanto, si reyes, nobles y burgueses acordaban matrimonio­s sin amor es comprensib­le y asumible que Sánchez e Iglesias hagan lo mismo. Las dotes aportadas por ambos contrayent­es son muy cuantiosas. Sánchez ha recibido un «reino» gracias a Iglesias, que se ha visto recompensa­do, junto a sus seguidores, con poder y prebendas. Nadie quiere volver a su vida anterior. Es verdad que el vulgar palacete de La Moncloa no es las Tullerías o el Louvre, los antiguos palacios reales franceses eclipsados por la magnificen­cia de Versalles, construido para mayor gloria de Luis XIV, mientras que el Galapagar de Iglesias no es el Palais-Royal de Philppe Égalité, el traidor duque de Orleans que votó la condena a muerte de su primo Luis XVI, pero no se pueden quejar de las dotes recibidas gracias a su matrimonio de convenienc­ia.

Tras la lamentable actuación de su «pareja» política, apoyando al caradura de Hasel y defendiend­o a esa caterva de energúmeno­s, Sánchez se ha puesto del lado de la democracia y la policía. No significa distanciam­iento, separación o ruptura, porque los matrimonio­s de convenienc­ia son, generalmen­te, indestruct­ibles.

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