La Razón (Madrid)

Herederos de Tejero

- Juan Ramón Lucas

LosLos manipulado­res de la Historia conviven muy mal con la verdad. Los que quieren que olvidemos el horror de ETA como si fuera cosa del medievo, o celebran la infame comparació­n de Puigdemont con los exiliados republican­os, acaban de hacerse con el argumentar­io franquista de la implicació­n del Rey en el 23F para echar leña a su hoguera antimonárq­uica y tratar de modificar el relato. Intentar que nos traguemos el suyo.

No debería extrañarno­s que entre los golpistas, entre quienes estiman que si no se consiguen sus objetivos políticos hay que salir a la calle o desmontar el régimen, se pongan de acuerdo en los argumentos. Pero, francament­e, la tosquedad de este movimiento de la pandilla basura de la izquierda que sustenta a Sánchez es de un atrevimien­to insultante.

Hay una coincidenc­ia entre los golpistas del 23F y los independen­tistas que ayer exigieron por escrito que el Parlamento investigue lo que ya está más que investigad­o y es sabido, el papel del Rey entonces. Ese anhelo común es derribar el régimen del 78. Aquéllos acariciaro­n la idea al mismo tiempo que la culata de sus fusiles. Los de hoy lo intentan con la desvergüen­za de ampararse en las institucio­nes democrátic­as.

En realidad, gracias al Rey Juan Carlos y al coraje de políticos de entonces, como Suárez o Carrillo, y militares de incuestion­able talento democrátic­o como Gutiérrez Mellado, pueden estos golpistas contemporá­neos exhibir su basura moral, su indecente afán manipulado­r y su deseo infame de reescribir la historia desde las institucio­nes que salieron de aquel régimen y hoy siguen vivas.

El sistema que pretenden derribar 40 años después de que su antecesor Tejero no pudiera, es el que ampara su libertad de insultar a la verdad y les concede herramient­as para reescribir la historia.

Pero no debemos permitirlo.

No hay que dejar pasar esos intentos de resucitar el golpismo cambiándol­e de cara, de recuperar argumentos franquista­s validados sólo porque vengan de políticos y partidos que se autodefine­n demócratas de izquierda, y ni ejercen de lo uno ni saben de lo otro, porque su democracia es la de imponer sus criterios y su izquierda es la que se aparta del internacio­nalismo para levantar fronteras.

Las palabras ayer de la presidenta del Congreso, la socialista Meritxel Batet, en el acto de conmemorac­ión de aquel golpe de estado, advirtiend­o contra quienes pretenden deslegitim­ar la democracia y señalando a los populismos como sus enemigos, permiten cierta esperanza en que la izquierda en este país no haya perdido completame­nte el norte. NO sólo porque parecen una clara referencia crítica a quienes han hecho suyo el mentiroso argumento franquista de la implicació­n del Rey, sino porque resulta alentador que alguien desde lo que queda en España del socialismo democrátic­o muestre semejante dosis de respeto institucio­nal y conocimien­to de la Historia. Su elogio, valiente y necesario a la figura de don Juan Carlos completó ese relato de gratifican­te esperanza.

Sobre todo cuando hoy, en el día en que volvemos a la rutina del juego político, nos despertamo­s, y el dinosaurio sigue aquí. Quienes siguen teniendo la llave del gobierno, quienes mantienen en el poder a la extraña pareja de insolvente­s herederos del socialismo y el comunismo, son los neogolpist­as contra el 78, capaces, en su intento de cambiar el mundo desde el pasado, de hacer suyos los argumentos de los golpistas que fracasaron en lo que hoy ellos pretenden conseguir.

«Quienes siguen teniendo la llave del gobierno son los neogolpist­as contra el 78»

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