La Razón (Madrid)

La memoria de la Monarquía

- Jorge Vilches

Escuchar a Felipe VI es entender el motivo por el que lo repudian los comunistas y los nacionalis­tas. La razón es que el Rey sostiene una narración coherente de los acontecimi­entos, y que los principios que alumbran sus palabras hablan de concordia, proyecto común y libertad.

El Rey recordó el intento de golpe de Estado del 23-F como un momento de consolidac­ión de la democracia y de fracaso de las vías ilegales para tomar el poder. Y lo hizo echando mano de su memoria personal, como todos los que vivimos de una u otra forma aquel día. Recordó la tranquilid­ad que se vivió cuando, tras horas de angustia y miedo, se aseguraba el orden constituci­onal. A los pocos días volvimos a la vida cotidiana, con sus dificultad­es, pero en democracia.

Esta descripció­n de la realidad choca con el relato que intentan difundir podemitas e independen­tistas de que en España no ha habido ni hay una «democracia plena» porque no existe un «reparto de la riqueza» ni el «derecho de autodeterm­inación». Apelar al recuerdo individual de ese tiempo deshace la manipulaci­ón histórica a la que esta izquierda es tan proclive.

Tras el recuerdo a Adolfo Suárez, el Rey tuvo unas palabras de reconocimi­ento a su padre, sin el cual la Transición y la democracia no hubieran sido posibles. El rey Juan Carlos, dijo Felipe VI, asumió aquel 23-F su responsabi­lidad y compromiso con la Constituci­ón para que se tomaran todas las medidas necesarias dentro de la legalidad vigente. Eso es justo lo que él hizo ante el golpe de Estado del 1 -O: un llamamient­o alorden constituci­onal y a la defensa de las vías legales para sostener ideas y llegar al poder.

Felipe VI mostró en sus palabras que no se ha amedrentad­o por los ataques a la institució­n. Confirmó que tiene como guía un principio democrátic­o que ya mostró su padre el 23-F: el respeto al Estado social y democrátic­o de Derecho como condición para la convivenci­a. En clara referencia a institucio­nes representa­tivas como el Gobierno, afirmó que todos tienen la obligación de defender la democracia porque fue difícil alcanzarla y existe siempre el riesgo de perderla.

La concepción liberal de raíz anglosajon­a de Felipe VI quedó de manifiesto cuando vinculó la importanci­a de la Constituci­ón en la garantía de los derechos y libertades de todos. Porque la democracia no es solo ni principalm­ente votar, sino asegurar el ejercicio de la libertad que permite la convivenci­a y la prosperida­d. Ese es el proyecto en común, y el éxito de estos últimos 43 años. Por eso el Rey afirmó que su compromiso con esta España es «más fuerte y firme que nunca».

Todos aplaudiero­n sus palabras, menos los que repudian ese proyecto común: ERC, Bildu, BNG, Junts, PDeCAT, CUP y soberanist­as -de Podemos-. Iglesias se volvió a equivocar al decir que hoy la monarquía ya no es «condición de posibilida­d de la democracia». Todo lo contrario, porque el papel de Felipe VI, como diría David Hume, cristaliza en libertad, no en totalitari­smo. No hay más que comparar la actuación del Rey frente al golpe del 1-O, y el comportami­ento de Iglesias y los suyos con los golpistas. Eso sí es memoria, como la del 23-F.

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