Llévese su adoquín
«¡Abajo las barricadas! ¡Que cada ciudadano se lleve su adoquín! ¡Volvamos a la normalidad!» Alguien podría pensar que es la declaración de algún responsable político o social después de contemplar los disturbios que recorren, incendian y destrozan las calles de muchas ciudades de España, especialmente Barcelona. Pero aunque la historia sea cíclica y se repita más de lo que nos gustaría, esta frase salió de la garganta de un anarquista de la CNT el 7 de mayo de 1937, cuando se plantó ante el micrófono de una radio para hacer un llamamiento a la vuelta al trabajo y a la normalidad, en un intento desesperado de calmar los ánimos de los republicanos de izquierda que se habían dejado llevar por el odio, la desconfianza y, sobre todo, por el ansia de poder durante los llamados Hechos de Mayo.
El ambiente que se respiraba entonces era guerracivilista; el de ahora es de una violencia igual de ramplona y viciada, aunque está lejos de dejar los quinientos muertos y mil heridos que dejaron los cinco días de mayo de 1937. Los números son otros: en Barcelona, en seis días de disturbios, los daños están valorados en 750.000 euros. Y sin que nadie lo tome a chanza, el ojo de una de las participantes en las algaradas. Pero la violencia parida por un fanatismo descontrolado y manipulado, y la querencia de algunos por los adoquines parece algo heredado de generación en generación.
Antes se cogía el adoquín para hacer barricadas, ahora se coge el adoquín para romper escaparates de las tiendas de lujo y arramblar con bolsos Louis Vuitton, zapatillas Nike y patinetes de última generación. Una coherencia aplastante. Como dirían nuestros abuelos o bisabuelos, ni hacer una revolución saben. Y ayer, 23-F.
Y Pablo Hasel diciendo que quiere una celda para él solo... Si es que nos faltan adoquines.