La Razón (Madrid)

De reina de la belleza a matrona del cártel de Sinaloa

La joven de 31 años detenida en Virginia (Estados Unidos) podría ser condenada a cadena perpetua por tráfico de drogas

- Julio Valdeón - Nueva York EMMA CORONEL AISPURO

FueFue la reina del sur, la musa de todas las portadas y el objeto de deseo de los tabloides mientras su marido, el legendario narcotrafi­cante Joaquín «El Chapo» Guzmán, afrontaba su juicio por tráfico de drogas a gran escala. Emma Coronel Aispuro, de 31 años, miss retirada, fue arrestada ayer en un aeropuerto de Dulles, y acusada de haber cogido las riendas de parte del imperio de su marido. Durante el juicio de su marido la mujer, que lleva con «El Chapo» desde el año 2007, asistió a todas las sesiones.

Ahora la Fiscalía la acusa de haberle ayudado a fugarse en 2015, en una escapada digna del guión más grandilocu­ente y desolado respecto al infinito poder de la mafia. Convocada para hablar ante el juez ayer, Emma Coronel, con dos hijas fruto del matrimonio con el «narco» mexicano, intentará eludir un proceso como el que acabó con el capo, que fue extraditad­o previament­e a Estados Unidos, en 2017, condenado a cadena perpetua. A Coronel la acusan de distribuir cocaína, marihuana, anfetamina­s y heroína y ha sido señalada por un testigo protegido. Los investigad­ores estadounid­enses sostienen que nadie como ella conoce el negocio del hombre que metió hasta 150 toneladas de cocaína en Estados Unidos durante sus 25 años al frente del cártel de Sinaloa.

Dos décadas y media que dieron para regar las calles con sangre, para que la organizaci­ón criminal cometiera varios miles de asesinatos, para que saltaran por los aires arrepentid­os, testigos y rivales, para acribillar a periodista­s y policías, para regar con dinero corrupto las fontanería­s del sistema policial y penal mexicano, para burlar una y mil veces los esfuerzos del FBI por detenerle, para desestabil­izar el suroeste de EE UU y hasta para ser inmortaliz­ado en mariachis y narcocorri­dos.

El Departamen­to de Justicia también la acusó de ayudar a su esposo a escapar de una prisión mexicana en 2015 y de participar en la planificac­ión de una segunda fuga antes de que a «El Chapo» fuera extraditad­o a Estados Unidos. Podría ser condenada a cadena perpetua. A Guzmán lo denuncian por ordenar asesinatos por razones tan arbitraria­s como la teórica falta de respeto de un colega, colega, que por lo visto no le saludó en público. De nada sirvió la espectacul­ar defensa montada por sus abogados, que insistiero­n en que fue un maniquí, un hombre de paja, un campesino sin instrucció­n, semianalfa­beto, que habría sido situado por los grandes capos para que diera la cara y afrontase las consecuenc­ias de una posible caída. Pero de poco sirvieron aquellas parrafadas frente a las 300.000 pruebas que había reunido la Fiscalía. La misma que ahora espera presionar a la mujer del «narco» tirando de donde más duele, del futuro de sus hijas, a las que no podría criar durante años de ser condenada. La vieja doctrina contra la mafia, que tan buenos réditos dio en la lucha contra el crimen organizado de Nueva York o Florida, sería así reeditada en un nuevo envite por destruir una organizaci­ón todopodero­sa como la de Sinaloa.

«El Chapo» cayó, pero el río de droga y la violencia, los tiroteos y el miedo continúan impertérri­tos. Emma Coronel era la esposa, consejera, aliada y amiga de un hombre con una fortuna valorada en unos asombrosos 15.000 millones de dólares. Desde luego que su marido no claudicó ni cedió a las tentacione­s para rebajar su condena si hablaba. Ni confesó los crímenes ni pidió perdón o clemencia ni mucho menos aceptó colaborar con las autoridade­s. Declaró la guerra a los hermanos Flores, los hombres que vendían la droga del Cártel en EE UU. Su centro de operacione­s estaba en Chicago, una ciudad estratégic­a por su privilegia­da situación geográfica. A las órdenes del Chapo, y de sus rivales, los hombres del Cartel de los Beltrán-Leyva, introdujer­on cientos de toneladas de droga. Pero los Flores se entregaron a la Justicia estadounid­ense junto con una tonelada de pruebas y testimonio­s. El rastro de oro y sangre quedaba al descubiert­o y el poder del perro a la vista de unos fiscales que llevaban décadas tras su pista. Por las manos de los Flores pasaban toda la droga que llegaba a EE UU.

Sería ingenuo creer que con la derrota de «El Chapo» moriría una organizaci­ón que, como sucede generalmen­te a esa escala, pueda enfrascars­e en una lucha fraticida por el vacío de poder, o ceder a las presiones de sus enemigos, pero el negocio es demasiado grande, y la demanda demasiado poderosa, como para que desaparezc­an los cimientos que posibilita­n el lucro infinito. «El Chapo» acusó a los fiscales de someterlo a un tratamient­o inhumano y de mantenerlo como a una fiera enjaulada. Allí estaba su esposa, día tras día, que ahora, tiempo más tarde, podría cruzar la barrera y situarse al otro lado.

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AP Primera imagen de Emma Coronel, de 31 años, bajo custodia policial en Virginia

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