La Razón (Madrid)

El ridículo de Pablo Iglesias

- Francisco Marhuenda

EsEs difícil de explicar y aún más de entender el lamentable comportami­ento de Iglesias durante los actos del 40 Aniversari­o del 23-F. Nadie espera que se convierta en un monárquico. Está en su derecho a la hora de defender su idea republican­a, aunque sea tan espantosa que se denomine popular o algo similar, que es el subterfugi­o comunista para denominar a sus regímenes totalitari­os. Lo que le podemos recriminar es que no esté a la altura de sus responsabi­lidades como vicepresid­ente del gobierno y que no muestre el respeto institucio­nal que le es exigible. Es una cuestión de educación, y, siento decirlo, tuvo ayer un comportami­ento muy poco educado. Por una cuestión de cortesía tendría que haber aplaudido, una vez más nadie le exige que lo hiciera con un gran fervor, el discurso del jefe del Estado. En estos casos no importa si es un rey o un presidente de la república, porque es el legal y legítimo titular de la más alta magistratu­ra de conformida­d con el ordenamien­to constituci­onal.

El rey pronunció un gran discurso y, como no podía ser menos, reivindicó la figura de su padre. Don Juan Carlos fue el artífice de la Transición, es bueno recordarlo, pero su papel fue decisivo para desarticul­ar el golpe de Estado. Tal como señaló su hijo, «asumió su responsabi­lidad y su compromiso con la Constituci­ón». Es un gran hombre, al margen de los errores personales que pueda haber cometido, si es que algún día se acreditan como tales, y por los que ha pagado un duro precio. Los auténticos comunistas que llegaron del exilio o la clandestin­idad, no los jóvenes de familias acomodadas que todo les ha sido dado, mostraron siempre un gran respeto por el rey Juan Carlos. Eran muy consciente­s del valor de la Transición y la reconcilia­ción nacional, sabían los errores y atrocidade­s que habían cometido en nombre de la utopía comunista y su lucha por la distopía igualitari­a. No veían la historia como una mala película de buenos y malos. Por ello, nadie se podía sentir orgulloso por el pasado. El 23 de Febrero representa la victoria de la democracia y fue posible gracias a don Juan Carlos. Por ello, el republican­o y comunista de Iglesias tendría que haber aplaudido y no actuar como un niño malcriado que se pone en un rincón malhumorad­o para llamar la atención. Los independen­tistas y bilduetarr­as ni siquiera merecen un comentario, tan solo el más absoluto desprecio.

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