La Razón (Madrid)

«Corruptóme­tros»

- Julián Cabrera

SeSe refería Pablo Iglesias la pasada semana –mientras justificab­a en la existencia de «monopolios mediáticos» sus dañinos ataques a nuestra democracia– que «sale caro en este país ser periodista de izquierdas». Curiosa aseveració­n que se cae por inconsiste­nte a poco que se pueda testar la pluralidad editorial de la prensa en una democracia consolidad­a como la nuestra, pero especialme­nte el tratamient­o general de los medios de comunicaci­ón, cuando lo que toca es valorar los casos de corrupción que han afectado y siguen afectando a más de una y más de dos formacione­s políticas. Iglesias hace suyo el juego manipulado­r plasmado en el torticero dicho de que «en España hay dos tipos de periodista­s, los independie­ntes y los de derechas», al mismo tiempo que ignora la condescend­encia con que en general suelen tratarse presuntas irregulari­dades que afectan a su partido frente a las de otras formacione­s, en una muy distinta vara de medir plasmada en horas de tertulias y ríos de tinta.

Tiene toda la lógica del mundo abrir periódicos e informativ­os de radio y televisión con el arranque del juicio a Luis Bárcenas, incluidos unos amagos del ex tesorero del Partido Popular por sacar a la luz supuestas informacio­nes compromete­doras que de existir incomprens­iblemente acaba demorando alguien que sobradamen­te ha demostrado poca credibilid­ad en sus cambiantes declaracio­nes. Incluso se puede entender que, una vez que dicho juicio no fuera aplazado a las puertas de una cita con las urnas como la de Cataluña, este caso acabase marcando marcando toda la campaña del PP en esa comunidad pesando como un saco lleno de piedras sobre las espaldas del presidente del partido, pero deberá entenderse de la misma manera que los medios –aun con dispar entusiasmo– atiendan a la imputación al cofundador de Podemos Juan Carlos Monedero por inventarse trabajos para justificar ingresos de una consultora –caso «Neurona»– bajo riesgo, eso sí, de ser acusados por las terminales moradas de actuar como «cavernas mediáticas».

De la corrupción no se ha librado partido alguno en España, especialme­nte los de la «vieja política», pero basta repasar la intensidad de unos y otros casos y su reflejo mediático para colegir que los «corruptóme­tros» no siempre aplican las mismas varas de medir. Quede tranquilo pues el líder de Podemos, porque en España sale igual de caro ser periodista de izquierdas, de derechas o de enfrente, su problema común en muchas ocasiones se ciñe sencillame­nte a una nómina de «mileurista».

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