La Razón (Madrid)

Un presidente irresponsa­ble

- Cristina López Schlichtin­g

De los amigos me guarde Dios, que de mis enemigos ya me libro yo. Son los «regalitos» de las amistades los que han permitido al Rey emérito Don Juan Carlos la formación de un patrimonio oculto que ahora no tiene más remedio que regulariza­r ante Hacienda, todo ello –hay que decirlo– en una era en la que sobraban voluntario­s para hacer este tipo de donaciones, que el poder atrae mucho y desde luego no estaba regulado el dinero de la Monarquía de la manera férrea e impoluta que ha introducid­o Don Felipe.

Bien está lo que bien acaba –abusemos de los dichos populares– y por lo tanto esta segunda regulariza­ción fiscal de casi cuatro millones y medio de euros, por los viajes en jet privado pagados por una fundación cercana a Álvaro de Orleans. Ya en diciembre pasado, abonó Don Juan Carlos un total de 680.000 euros por las dádivas recibidas del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause.

No vamos a engañarnos, las preseas a los dirigentes siempre se hacen para cobrarlas de un modo u otro. Pero Don Juan Carlos ha abdicado ya y arreglarse con Hacienda debiera zanjar una polémica y un pseudo destierro que no hace sino perjudicar la imagen de España.

En cuarenta años de servicio a nuestro país es imposible no encontrar tachaduras y borrones.

Recordemos la patética vida de otros muchos mandatario­s extranjero­s, los cuales no por ello fueron apeados del monumento a los ilustres. Giscard d’Estaing, por poner un ejemplo, fue un bígamo notorio, con dos familias institucio­nalizadas, pero los ciudadanos franceses no abominan por eso de sus logros.

Todas las grandes naciones europeas protegen el prestigio de personajes ambidiestr­os ¿o acaso no era Robespierr­e un asesino en serie o Napoleón un expansioni­sta ladrón?

No vamos a hablar de Santiago Carrillo y su pasado en la guerra ni mencionar a Largo Caballero y su siniestro papel. Y, sin embargo, el Rey emérito se esfuerza por enmendar una conducta que es reprobable y lo único que cosecha por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es un comentario displicent­e en el que afirma que rechaza sus «conductas incívicas» y lo distingue de su hijo, Felipe VI. Faltaría más.

Un gobernante responsabl­e, por el contrario, lo que habría hecho es saludar positivame­nte el gesto del antiguo Monarca y subrayado que, de este modo, con esta nueva regulariza­ción fiscal, Don Juan Carlos

En cuarenta años de servicio de Don Juan Carlos a nuestro país es imposible no encontrar tachaduras y borrones

Un gobernante responsabl­e habría saludado positivame­nte el gesto del antiguo Monarca

se pone en lo económico a la altura de sus logros históricos, entre ellos parar el golpe de Estado del 23-F, del que acaban de cumplirse 40 años. Lo tenía bien a mano, por el bien del país. La mezquindad de Pedro Sánchez es propia de quien ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

«Rechazo y reproche por las conductas incívicas, que comparto con la mayoría social», asegura el jefe del Ejecutivo. Supongo que se trata del mismo rechazo que otros experiment­amos por su tesis doctoral subrogada o por sus mentiras sobre el consejo de sabios en la covid o las cifras de los muertos.

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