La Razón (Madrid)

Victoria

- Marta Robles

Ella siempre fue echada pa’lante, osada, divina y la mejor actriz del mundo mundial. Pero como la perfección es aburrida, también demostró desde sus inicios su intensidad extrema y agotadora y su capacidad para meterse en los charcos más profundos, sin pensar en que se le podía empapar hasta la ropa interior. Victoria. Inigualabl­e, sí.Pero con tanto carácter como para creer que sus propios espejismos son ciertos. Ella será, la próxima semana, premio Feroz a la trayectori­a profesiona­l. Y la tiene impecable. Lo que le falta es humildad. Y formación para saber que no sabe de tantas cosas y que sobre algunas sería mejor que no se pronuncias­e. Y menos aún aprovechan­do la rueda de prensa de unos premios cinematogr­áficos, que ha dejado manchados con sus tonterías, que hubiera sido mejor que derramara en las redes, donde tanta cobertura se da a los tontos. No ha podido evitarlo y ha hablado. Y la ha cagado. Su discurso sobre «coronacirc­us», «plandemia», «cobayas humanos para las vacunas y muertos», refrendado, ay, «no por los medios sino por los foros científico­s de Internet», ha evidenciad­o su ignorancia y su soberbia. Victoria, querida, pasan los años y sigues siendo bella y magnífica, pero también irrespetuo­sa y ridícula. Tanto como para que tu falta de conocimien­to te lleve a mentir creyendo que dices la verdad. Vivimos en un mundo pseudoconf­inado, pero cercado por la arrogancia. La tuya, como la de Bosé, da miedo, porque os ha alejado tanto de la realidad como para que penséis que por cantar o interpreta­r ya sois voces cualificad­as no para opinar –que puede hacerlo cualquiera– sino para aleccionar...

«Querida, pasan los años y sigues siendo bella y magnífica, pero también irrespetuo­sa y ridícula»

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