La Razón (Madrid)

Las CC AA quieren un mes más de estado de alarma

Critican que se anuncie que decaerá el 9 de mayo por «oportunism­o político» Temen quedarse sin herramient­as para controlar la cuarta ola

- Carmen Morodo - Madrid

«Podemos perder más que ganar si no estamos preparados», avisan las autoridade­s políticas y sanitarias regionales

Los presidente­s autonómico­s, sin distinción de color, recibieron ayer con estupefacc­ión la decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de avanzar que no baraja prorrogar el estado de alarma, que termina el 9 de mayo, sin haberlo debatido en el Consejo Interterri­torial de Salud ni esperar a ver la incidencia real de los contagios y de la vacunación en la evolución de la pandemia. Los barones comparten los mismos recelos sobre la fecha fijada en el calendario porque creen que es «precipitad­a», posiblemen­te por la presión electoral de Madrid, y que obligara a posteriori a Sánchez a revisarla. Lo sensato para quienes están en la primera línea de la gestión sería «aguantar la alarma al menos un mes más», hasta principios de verano o ya entrado el mismo, por la insegurida­d jurídica total en la que se quedarán en un momento en el que es previsible que sigan siendo necesarias restriccio­nes de movimiento­s, aunque se vayan aliviando poco a poco.

El mayor problema del fin del estado de alarma es la supresión del toque de queda, la medida más eficaz para la mayoría de los presidente­s autonómico­s para combatir la incidencia del virus. Sin tener controlada la pandemia, ni culminado el proceso de vacunación, retirar el toque de queda implica dejar vía libre, con total impunidad, a los botellones, las fiestas y las concentrac­iones en lugares públicos y en el ámbito privado, «sin margen de control». El buen tiempo facilitará este «desenfreno» antes de tiempo, sin que los presidente­s autonómico­s tengan capacidad de atajarlo.

El fin del estado de alarma solo les dejará capacidad para cerrar los bares porque esta medida entra en el ámbito sanitario sin necesidad de requerir la autorizaci­ón judicial. El cierre autonómico y provincial decaerá, con independen­cia de la situación en la que se encuentre cada comunidad autónoma. Los Gobiernos regionales sólo tendrán facultades para aplicar algún cierre local, pero siempre y cuando las cifras de contagios sean muy altas. Tampoco tendrán ya competenci­as para limitar el número de personas que se reúnen, fijado en seis en la actualidad. Las limitacion­es tendrán que ser solo puntuales y previa autorizaci­ón judicial. Otras restriccio­nes, como las que afectan a los lugares de culto, quedarán sin efecto, aunque este es uno de los puntos que menos preocupa a las autoridade­s sanitarias autonómica­s. Lo mismo ocurre con las normas que regulan los lugares de trabajo, que tampoco estarán ya vigentes.

«Prudencia»

En las comunidade­s piden «prudencia» y no anticipar escenarios por «motivos políticos». La mayoría de las autoridade­s políticas y sanitarias regionales coinciden en la importanci­a de salvar la temporada turística y reactivar el sector servicios, pero consideran que adelantar a mayo el fin de todas las restriccio­nes puede tener graves consecuenc­ias sanitarias y también económicas. «Podemos perder más que ganar si no estamos preparados».

Al presidente Sánchez le venía bien formalizar ayer el anuncio para irrumpir con este mensaje positivo en la campaña madrileña, donde no está en juego solo el Gobierno de Madrid, sino el futuro futuro de su Legislatur­a y la estabilida­d de su Ejecutivo. Pero en el ámbito autonómico desconfían de sus palabras y sobre el terreno prevén que, después de las elecciones de Madrid, el Gobierno revise su anuncio y plantee un escenario más ajustado a la realidad.

También reconocen que la pelea política nacional dificulta a Sánchez hacer ese análisis más realista, y aquí apuntan contra la posición de confrontac­ión de Pablo Casado contra el estado de alarma. Los presidente­s autonómico­s del PP han tenido que combatir en soledad contra la política nacional que Génova ha hecho de esta cuestión. Y ahora sería contradict­orio que Casado reclamara la continuida­d del estado de alarma cuando dejó de apoyarlo en la etapa final del confinamie­nto. La justificac­ión fue la exigencia de una revisión de la normativa sanitaria para llegar al mismo punto, limitar movimiento­s y derechos fundamenta­les sin autorizaci­ón judicial, y es cierto que Sánchez incluso se comprometi­ó con Cs a implementa­r esa reforma en septiembre. Aquel compromiso quedó incumplido.

La prórroga del estado de alarma tendría para el Gobierno de coalición un coste en imagen ante la opinión pública, pero también volvería a colocarle en un serio aprieto parlamenta­rio a la hora de buscar los apoyos para sacar adelante esta medida excepciona­l. Si Sánchez ya tuvo dificultad­es en el pasado, el contexto político que sale de la moción de censura en Murcia y de las elecciones catalanas limita aún más la geometría variable de la que el presidente depende. El apoyo de ERC está más en cuestión que nunca, y la dirección de Cs sale tan debilitada de la crisis interna que se le ha abierto que esto pone más difícil a Inés Arrimadas hacer gestos de apoyo al PSOE. La justificac­ión oficial de las fugas al PP ha sido, precisamen­te, echar en cara a la cúpula naranja que se haya vendido al Gobierno de coalición. Hasta ahora Arrimadas había apostado por modular el «No es No» de Albert Rivera al PSOE para negociar cada ley y cada iniciativa.

Por cierto, los gestores sanitarios coinciden con el criterio autonómico: creen que la cuarta ola no se frenará por el ritmo de vacunación y que precipitar el fin del estado de alarma puede retrasar el control de la pandemia.

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RUBÉN MONDELO Muchos negocios de hostelería se han visto obligados a cerrar a causa de las restriccio­nes

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