La Razón (Madrid)

EL MADRID DE LAS GRANDES NOCHES EUROPEAS DERROTA AL LIVERPOOL (3-1) CON UN VINICIUS ESTELAR

Gran primera parte del equipo de Zidane contra el Liverpool. Hizo dos goles y fue muy superior. Los de Klopp, con Thiago ya en el campo, sacaron el carácter y se acercaron. Decisivo y fundamenta­l el brasileño. Brillante Kroos

- José Aguado -

Antes de llegar al descanso, Klopp cambió el once del Liverpool. Quitó a Keita y sacó a Thiago, desesperad­o porque su equipo corría detrás del Real Madrid, no veía la pelota y no estaba muy claro con qué plan había llegado al partido de ida de los cuartos contra el Madrid. El cambio le salió bien porque en la segunda mitad su equipo dio otra sensación, marcó y dejó la eliminator­ia abierta, cuando en el descanso parecía hasta cerrada.

Puede también que Klopp tuviese claro lo que quería hacer, pero el juego del Real Madrid le desbordó y le hizo cambiar de idea. O puede incluso que el alemán tuviese envidia y quisiese en el campo un futbolista capaz de hacer lo que había hecho Kroos en el primer gol del equipo de Zidane. Bajó a recibir la pelota, le indicó a Vinicius el desmarque, levantó la cabeza e hizo eso tan difícil de poner el balón justo donde había mirado, para que el brasileño resolviera como si fuese un delantero nato e infalible. Quizá es que ya lo sea.

Al fútbol le cuesta salir del barro: la polémica, los árbitros, la presión, robar y salir, faltas tácticas y todos eso embrollos con los que pasamos los días y nos conformamo­s porque hay que seguir viviendo. Pero a veces salta la belleza, a veces, te deja un pase como el de Kroos.

El primer gol del Madrid confirmó lo que se estaba viendo: que el equipo blanco era mejor, que quería dominar y que la presión del Liverpool se diluía ante la salida limpia de la pelota. Dio la impresión de que después de intentarlo dos veces y fallar, el conjunto inglés decidió hacerlo con menos ímpetu, para replegarse atrás. Dio la impresión, en fin, de que tuvo miedo. El Madrid, no. La pena fue que el Liverpool perdió el miedo tras el descanso.

Zidane había perdido a Varane por la mañana porque el coronaviru­s se empeña en recordarno­s su presencia pese a que consumimos noticias de vacunas como si eso pudiese cambiar algo. La ausencia del francés se unía a la de Ramos y a la de Carvajal. Si Zizou tenía un plan con tres centrales, lo aparcó y formó con cuatro atrás. Ojo: Lucas Vázquez, que hace tres días era un extremo regateador; Nacho, el suplente habitual; Militao, el cuarto central y Mendy. Y enfrente, Salah, Mané y Jota. Si esta última frase no es en sí misma un relato épico es que nada lo es. Aguantó la defensa bien, aunque tembló un poco cuando el rival sacó el carácter que antes o después tenía que

Sin sus centrales titulares, el Madrid salió con más convicción que el rival. El partido se igualó tras el descanso

mostrar. Tardó cuarenta y cinco minutos, eso sí. Pero le dio para un gol.

No dudó el Madrid al principio, pese a que tenía motivos para ello. Salió a Valdebebas con la convicción habitual de estos días mientras el Liverpool no sabía si estaba en un campo entrenando, como dijo Klopp, con mala idea en mal momento, o si había empezado la eliminator­ia.

El Madrid no sufría atrás y superaba la primera presión del rival. Luego intentaba lo de costumbre: que Vinicius fuese haciendo agujeros en una defensa frágil. Lo hizo durante todo el partido.

Vinicius rompió el marcador porque ha aprendido a marcar y ahora ya es un futbolista que decide los encuentros grandes. Porque el pase de Kroos tuvo continuida­d en su control de pecho y su remate. Tampoco se equivocó ni necesitó ningún rebote para hacer el tercero, el que volvía a abrir la esperanza blanca. Empieza a ser el jugador que esperaban que fuera cuando el Madrid se fue a Brasil a ficharlo. «Dale, dale», le decía Ramos desde la banda para animarle y durante el partido y, sobre todo en la segunda mitad, no hacían más que buscarle y buscarle.

Cuando fue sustituido en el descanso, el aplauso que le dio la grada casi sonó como si fuese de un estadio lleno. Pero eran los compañeros.

El Liverpool, en la primera mitad, sólo intentaba balones largos a los desmarques de Mané, pero la solidarida­d del Madrid frenaba cualquier intento. Si subía Asensio, a la banda iba Modric, mientras Lucas Vázquez se dejaba la vida yendo a cualquier fuego y entendiend­o mejor que nadie que el colegiado no iba a pitar como falta contactos. Y puede que ni las faltas.

Tardó en despertar el Liverpool, pero cuando lo hizo demostró que esta eliminator­ia va a estar viva hasta el último segundo. Necesitó muy poco para hacer un gol en quince minutos de dominio en la segunda mitad, cuando el partido se igualó. El problema es que si va hacia delante, se despista atrás.

Lo que había ocurrido en el segundo tanto del Madrid ya dejó claro que es un equipo con problemas: un pase atrás, sin mirar, un suicidio, vamos.

El error lo aprovechó Asensio, otra vez en la banda, donde trabaja, pero luce menos. Su posición es cerca del área, para recoger esos balones, hacer un sombrero al portero y marcar. Asensio acabó desfondado, con las piernas pesadas y sin ya poder decidir bien cuando, en la segunda mitad, tuvo alguna llegada. Zidane le cambió por Valverde.

El partido ya estaba igualado entonces. El Madrid sabía que la diferencia de dos goles era un buen botín, mientras el Liverpool buscaba un tanto para en la vuelta no tener que necesitar dos. No le salió.

Los cambios de Klopp iban enfocados a eso. Pero dejaba huecos atrás y Vinicius estaba iluminado, aunque agotado. No pasó nada más, que no había pasado poco. Aún queda Anfield y un carrusel de emociones. Nadie dijo que fuera fácil.

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RUBÉN MONDELO
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Benzema, Vinicius y Lucas Vázquez celebran el primer gol del Madrid, que marcó el brasileño tras un gran pase de Kroos

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