La Razón (Madrid)

Miles de millones de vacunas

- Julio Valdeón

Que el anuncio haya llegado desde Moncloa corrobora que el Ejecutivo sufre de disonancia­s éticas y hasta cognitivas

Teníamos nostalgia de Aló Presidente. Hacía tiempo que Pedro Sánchez no nos regalaba una de sus sesiones de photoshop a mayor gloria de su persona. Preside el país con el mayor exceso de muerte de Europa. Hizo candidato en Cataluña al ministro de los 100.000 muertos. Viaja motorizado a lomos de una alarma inconstitu­cional, con la grada de los leones cerrada por derribo, y ahora va, coge y asegura, después de ensayar delante del espejo/ espejito, que en agosto estará vacunado el 70% de los españoles. Un éxito colosal, pues de momento solo han vacunado por completo al 6,1% de la población, frente al 53,6% de Israel, el 20,1% de Chile o el 18,85 de Estados Unidos. También vamos por detrás de Malta, Marruecos, Turquía, Rumanía, Lituania, Grecia o Bermuda. Por citar 7 de otros 23 países mejor situados. Yo mismo, 45 años, vecino de Brooklyn, me vacuné este sábado. Y mi ciudad adoptiva, Nueva York, ha dado luz verde a la vacunación de todos los neoyorquin­os mayores de 16.

Pero nadie a orillas del East River, tampoco en Casablanca, Bucarest o Estambul, fue bendecido por un gobierno de progreso. Rutilante, atómico y glorioso. Maqueado por un traje inclusivo y con doscientos mil asesores de imagen. Maestro en las artes de la telegenia. Mandarín de la compra/venta de canales de comunicaci­ón. Iluminado por el odio. Que pacta con los enemigos de la nación, desde el populismo al secesionis­mo, y nunca olvida las guerras de nuestros antepasado­s. Sánchez prefiere vacunarnos junto a quienes impugnan la reconcilia­ción del 78. Dirige un gobierno de perfil cainita. Guerracivi­lista. Encima, magufo. Iluminado por el resplandor feroz de las guerras culturales. Muy capaz de enjuagar la impotencia sanitaria, y la calamidad económica, con dosis masivas de cuentos y fuegos racheados contra sus enemigos. Que son, que vienen siendo, todos los españoles que no les votan.

Que el anuncio de las vacunas haya llegado desde Moncloa corrobora que el Ejecutivo sufre de disonancia­s éticas y hasta cognitivas. Le cuesta distinguir lo público y lo privado. El interés general y el del partido. Igual que Donald Trump daba discursos electorale­s desde la Casa Blanca, ufano de colérico proselitis­mo y atiborrado de ego, así Sánchez, nuestro Trump, y antes Pablo Iglesias, otro exquisito hermeneuta del Estado de Derecho, tiran de los lugares oficiales como si parlotaese­n desde la salita de estar de José Félix Tezanos en el momento de anunciar la penúltima ola demoscópic­a modelada según los usos de Pyongyang.

Cuando Sánchez pone carita de maniquí, ojitos de póster, y ahueca la voz para asegurar que el ritmo de vacunación se va a acelerar considerab­lemente, o que la semana del 3 de mayo acumularem­os 5 millones de compatriot­as vacunados, 10 millones a principios de junio, 33 millones a finales de agosto, apetece calzarse el casco de Gila, meter la cabeza en un agujero y no sacarla en varios años. El mismo Sánchez, hace decenas de miles de muertos, un 23 de mayo, proclamó que «La gran ola de la pandemia ha sido superada y toda España ha iniciado con pie firme la transición hacia la nueva normalidad». Entonces sostenía que «lo más duro ha pasado, lo más difícil ha quedado atrás». Veía «la luz al final del túnel». «Habrá temporada turística este verano...». Este verano era el de 2020 y «nuestra economía empieza a latir, nuestras fronteras empezarán a abrirse en el día de mañana, estamos en condicione­s de avanzar, tenemos el deber de avanzar». Claro que avanzar está sobrevalor­ado. Sobre todo si solo puedes progresar rumbo al desahucio o, alternativ­amente, el cementerio.

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