Vox en Vallecas
En Vallecas ha sucedido lo que buscaban que sucediese los convocantes del acto político, los que protestaban por el mitin y quienes lo han permitido. La posibilidad de que VOX no llegue al 5 por ciento en las elecciones del próximo 4 de mayo y se quede fuera de la Asamblea ha forzado la maquinaria iconográfica. Se trata de llegar al núcleo duro del electorado y eso solo se consigue con «sangre y palos», no es metáfora, son los elementos para escribir sobre el folio en blanco de una campaña que viene cuesta arriba para los de Monasterio.
Ya hay material para las redes sociales, la televisión y los canales de movilización, esos circuitos de autoafirmación alimentados con slogan y fake. Los politólogos y analistas hablan de la estrategia francesa de Lepen imitada por aquí pero, a la vista está, esto es más cañí y más básico. Vox no quiere el voto obrero de Vallecas ni el voto del parado, en las últimas elecciones fueron los sextos con algo más de 5.000 sufragios. Vox necesita aparecer, ellos también, como el «antisanchismo», algo que ahora es patrimonio absoluto de Isabel Díaz Ayuso. Vox busca en los caladeros más cafeteros porque los grandes se los ha quedado la actual presidenta. Por eso Santiago Abascal ha elegido a Fernando GrandeMarlaska como el objetivo de sus críticas más aceradas (inmigración, seguridad y Pérez de los Cobos). Vox ignora a los vallecanos pero necesita Vallecas como escenario de cartón piedra en el que convocar a todos los colectivos capaces de tirar de adoquín. No volverán. Que no falten los hooligans disfrazados de periodistas y ya tenemos esa porquería política que llaman «relato».
Si la Delegación del Gobierno no desautorizó, cuando todos sabían lo que iba a pasar ,queda la sensación de que para ese Gobierno la violencia entre los extremos es parte de su estrategia de recentrado electoral.