La Razón (Madrid)

En busca del «efecto Le Pen» en los barrios obreros

- Lorente Ferrer Lorente Ferrer es sociólogo

A Vox, que hasta ahora solo se ha alimentado de votantes del PP y de Ciudadanos, aún le queda por explorar los yacimiento­s de voto obrero, ahora cautivo en gran medida de las izquierdas. Es precisamen­te en los barrios con mayor densidad de trabajador­es, y altas tasas de paro, y además con porcentaje­s elevados de inmigració­n e insegurida­d ciudadana, en donde el Frente Nacional de Le Pen ha ido comiendo terreno a la izquierda francesa desde los años ochenta, comenzando por el sur del país hasta llegar a ser la primera fuerza política en el norte y centro industrial del país. Diversific­ando su voto, haciéndolo ideológica­mente transversa­l, sustrayend­o votantes a la derecha y a la izquierda. Algo así pretendía arrancar ayer Santiago Abascal con su irrupción en un enclave obrero tradiciona­l como Vallecas.

Una zona de Madrid en la que, pese a las críticas de la izquierda más radical, Vox cuanta con un granero de votos que incluso creció en las últimas generales, pasando de los 16.114 votos de abril de 2019 a los 21.544 de noviembre de ese mismo año. Algo menos obtuvo en las autonómica­s y municipale­s de ese mismo año, en las que no superó las 10.000 papeletas.

Eso sí, los datos de las últimas encuestas nos confirman que se acelera la absorción de votantes de Ciudadanos y Vox por parte del Partido Popular. Ante este efecto «aspiradora» desatado por los populares, poco pueden hacer Ciudadanos y Vox. Los primeros han optado por un nuevo candidato, Edmundo Bal, con un amplísimo bagaje de combate contra los sediciosos independen­tistas de Cataluña, mientras que los segundos apuestan por la continuida­d que representa Monasterio. En Madrid se es muy sensible al «procés», y Ba les una persona muy apreciada por el centrodere­cha en la Comunidad de Madrid. Lo corrobora el sondeo preelector­al del CIS en el que recibe una nota de 4,3 puntos,

Vox pretende diversific­ar su voto haciéndolo transversa­l, sustrayend­o votantes a la derecha y a la izquierda

Los de Abascal pasaron de los 16.100 votos en las generales de abril de 2019 a 21.500 en las de noviembre de ese año

puntos, situándose por detrás de Ayuso con 4,9 y por delante de Monasterio con 3,6 puntos.

Ante esta situación comprometi­da para Monasterio, en la que es el tercer candidato de las derechas en valoración, la estrategia de campaña ha de girar entorno a la visibilida­d y ganar posiciones frente a Bal y recortar distancias ante Ayuso. Por lo que respecta a Vox, a falta de argumentos sólidos para cuestionar a su gran rival, el PP, intentará replicar la campaña que tanto éxito le dio en Cataluña en febrero, cuya consecuenc­ia fue el «sorpasso» del partido de Abascal a naranjas y populares.

El nerviosism­o cunde entre los dirigentes de Ciudadanos y Vox, y también de Unidas Podemos, debido al voto útil hacia el PP, en el primer caso, y hacia el PSOE y Más Madrid en el segundo. Y es que ni Vox ni Unidas Podemos están demasiado alejados del abismo que representa bajar del 5%, cifra que dictará si consiguen o no representa­ción en la Asamblea de Madrid.

En la encuesta de NC Report para LA RAZÓN del pasado lunesambas formacione­s se situaban en un 9% aproximada­mente. Lo que les obligará a luchar con todo lo que tengan a su alcance hasta el próximo 4 de mayo con tal de no bajar de la barrera del 5%.

La estrategia de Cataluña aplicada por Vox es tan compleja como el mecanismo de un botijo, pues no se trata más que del victimismo. Buscar ser atacados, verbal o físicament­e o crear la tensión de enfrentami­ento. Para ello se convocan actos preelector­ales en zonas de la ciudad de Madrid o en determinad­os municipios de la comunidad autónoma con fuerte implantaci­ón de la extrema izquierda y de todos sus satélites más radicales; antisistem­a, anarquista­s, etc…

De hecho es una fórmula tan exitosa que Unidas Podemos la está copiando, como vimos con lo sucedido en Coslada la semana pasada, cuando unos utra derechista­s vociferaba­n ante la presencia de Pablo Iglesias «fuera la casta de nuestros barrios». Obviamente nada fue espontáneo y los medios de comunicaci­ón captaron la escena que ya se han encargado los morados de rentabiliz­ar electoralm­ente la cita con las urnas del mes que viene.

Pero el «copyright» de esta manera de auto promociona­rse nació en Cataluña mucho antes de la campaña del 14-F. Durante el «procés» los violentos independen­tistas acosaban a los constituci­onal is tas cuando éstos ponían el pie en la calle de cualquier ciudad o pueblo de Cataluña, al grito de «fuera fascistas de nuestro barrio». Esta es la frase que se buscaba arrancar de las gargantas de los extremista­s de izquierdas durante la visita de Abascal a Vallecas. Y si hay amago de agresiones físicas, mucho mejor. Y si se lanzan objetos (piedras, botellas, etc…) sería aún más rentabiliz­ado electoralm­ente, tanto para los «invasores» como por los «defensores» del barrio. Y para mejor lograr sus fines, hubo incluso heridos.

Se persigue reducir la pugna política a dos concepcion­es radicales, la que representa la galaxia de la extrema izquierda y la de Vox. Ya que ninguna de estas dos opciones tiene buenas perspectiv­as electorale­s en un momento de concentrac­ión de voto. Pero en estas elecciones no servirá de mucho a Vox buscar y encontrar el choque con la izquierda radical madrileña. El electorado más conservado­r de la Comunidad de Madrid se divide entre los que están deshojando la margarita de votar o no a Ayuso y los que ya tienen decidido darle su voto. Con este aporte extra de votos procedente­s de Vox, más los que ya ha recibido de Cs, el PP se prepara para tener su mejor resultado electoral desde la aparición de los nuevos partidos en 2014.

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