La Razón (Madrid)

El barrio es «mío»

- Julián Cabrera

SeSe acuerdan de aquellas afirmacion­es señalando como provocació­n la presencia de guardias civiles en la localidad navarra de Alsasua efectuadas por declarados defensores de actos condenados por terrorismo? Suponían una clara y ostentosa demostraci­ón de esa filosofía totalitari­a que marca territorio­s como propios y señala como «visitantes provocador­es» a todos aquellos que no comulgan con el catecismo ideológico de su feligresía, o como era el caso, sencillame­nte cumplen con su obligación. Salvando todas las distancias, existe una inquietant­e similitud de mensajes con lo ocurrido en actos de algunos partidos a los que directamen­te se señala como gestos de provocació­n por el mero hecho de acudir a la vía pública no solo con todo el derecho, sino con la obligación de hacer oír su mensaje preelector­al.

Resulta como poco curioso por no decir grotesco, que los teóricos defensores a ultranza de lo público se apropien de calles y barrios pretendien­do hacer una expropiaci­ón de plazas y esquinas en las que, al parecer no conviene la personació­n de gente «non grata», tal vez por ello se muestre como mucho más chocante esa especie de unanimidad en toda la izquierda a propósito del carácter «provocador» que entienden conlleva la presencia de según qué partidos –Vox en este caso– en zonas de población con poco poder adquisitiv­o, sobre todo porque, además de un peligroso sectarismo demuestran que todavía no se han enterado de nada, salvo que pretendan ocultar que en estos barrios considerad­os como «suyos» esa ciudadanía a la que dicen representa­r lleva mucho tiempo dando un nada despreciab­le apoyo electoral a «visitantes incómodos» cuyo discurso sobre todo en materias como la inmigració­n, la seguridad o los impuestos encaja –porqué será– de manera bastante más mayoritari­a de lo que se pueda pensar. Pero lo peor en una parte de la izquierda es la obstinació­n por el secuestro de barrios humildes como Vallecas –escenario de recientes y lamentable­s incidentes– situándolo­s como «reservas indias» de unas determinad­as siglas e ideología. En parte lo han conseguido. Yo mismo viví en Vallecas toda una infancia y juventud acudiendo de la mano de mi padre al estadio del Rayo para ver al equipo del barrio. Hoy eso ya no es posible, sencillame­nte por la suplantaci­ón de la que siempre fue una simpática afición futbolera a cargo de ultras de un muy definido extremismo político. Es solo un ejemplo entre muchos. Ojo con lo «carnets» de acceso a Vallecas, a Alsasua o a Vic.

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