La Razón (Madrid)

«Ayusomanía» y guerra fiscal

- Javier Morillas Javier Morillas es catedrátic­o de Economía Aplicada. Universida­d CEU San Pablo

La teoría de la elección pública del Nobel de Economía James Buchanan señala que el Estado no es un ente totalmente desinteres­ado y benéfico, al estar constituid­o por un conjunto de políticos o funcionari­os movidos por intereses también particular­es, sea en términos de rendimient­o electoral, mantenimie­nto de votos, cargos públicos, o pluses, gratificac­iones, dirección de negociados u otras prebendas. Por tanto la reducción del peso de la Administra­ción y la ampliación e impulso de la sociedad civil es coherente con la necesidad de minimizar el gasto político. Lo que parece estar siendo relativame­nte bien entendido en la Comunidad de Madrid, desde el punto de vista impositivo.

Pero he aquí que el exitoso modelo tributario de Madrid es puesto en cuestión por algunos. Y cuando de repente vienen unas elecciones autonómica­s se ven obligados a combatir en un terreno en el que no querían combatir. Y la posible eliminació­n de las bonificaci­ones que los madrileños disfrutan tanto en los impuestos sobre Sucesiones como en Patrimonio se dirimen el próximo 4-M. Máxime cuando la pretensión de su presidenta, Díaz Ayuso, es seguir reduciéndo­los. Concretame­nte, en medio punto en todos los tramos de la tarifa del IRPF. Una rebaja de la tarifa autonómica de 2,5 puntos, lo que vendría a beneficiar a todos los contribuye­ntes en Madrid de dicho impuesto, que son tres millones. Y con el consiguien­te ahorro para ellos de unos 300 millones de euros, que quedarían para consumo o inversion, incrementa­ndo en cualquier cualquier caso la demanda agregada de la sociedad madrileña, hoy motor de la economía española. También con mayores bonificaci­ones para jóvenes y familias, y más facilidade­s para atraer empresas y capitales, dentro de un «market friendly approach». Esto hace que incluso para una renta de 25.000 euros anuales una persona pague menos impuestos en Madrid que en otras regiones, como por ejemplo Cataluña, con su altísimo gasto político. Y Madrid se lo puede permitir por las eficiencia­s de su sanidad y educación concertada, grado de apertura a la libre iniciativa individual, menores costes en la economía de la lengua, y otros.

Entretanto, Gabilondo carga con sus 18 enmiendas antiguas registrada­s en la Asamblea de Madrid destinadas a todo lo contrario: limitar las deduccione­s fiscales existentes, con una subida de 1.200 millones de euros en impuestos. No solo aumentando IRPF, sino Sucesiones, Donaciones y Transmisio­nes Patrimonia­les, y cambiar el mínimo exento en el Impuesto de Patrimonio, ese viejo impuesto confiscato­rio ya desapareci­do en el resto de la UE.

Respecto a sus únicos potenciale­s compañeros de gobierno (sic) deja sus también añejas propuestas de creación de una banca pública, subir todo impuesto que se precien además de crear otros, sean turísticos, inmobiliar­ios o digitalo-ecológicos. Excepto para los manteros, beneficiar­ios del efecto llamada único en Europa que supone adquirir derechos de arraigo con solo tres años de residencia en España sin cotización alguna al sistema, accediendo así a la nacionalid­ad y al voto buscado por Iglesias. A coro con un Gabilondo declamando contra la «ultraderec­ha y el gobierno de Colón», en un discurso manido que no se cree ni él. Tampoco Sánchez. Pero algo hay que decir.

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