La Razón (Madrid)

Una dosis de segunda

Francia se lanzó ayer a la piscina. Pondrá de segunda dosis a los vacunados de AstraZenec­a una de otra marca. Pero no hay ningún estudio concluyent­e que asegure su efectivida­d.

- Jorge Alcalde AP

Dos millones de españoles a los que se les inoculó la primera dosis de la vacuna de AstraZenec­a y que han quedado fuera de los nuevos planes de vacunación con esta terapia siguen sin saber muy bien qué va a pasar con ellos. La opción de no recibir ningún otro fármaco parecía descartada antes de la crisis generada por los casos de trombosis relacionad­os con dicha farmacéuti­ca y la idea de recibir una dosis de otro tipo de vacuna sigue generando cierto debate científico. Mientras tanto, el gobierno francés ha tomado su decisión. Los menores de 55 años que ya se hayan inyectado AstraZenec­a recibirán un compuesto de otro tipo, previsible­mente la vacuna de Pfizer o la de Moderna.

Lo más sorprenden­te de la decisión gala es el tipo de vacunación anunciada. La vacuna de AstraZenec­a ahora desechada para parte de la población utiliza una tecnología de vector viral con adenovirus mientras que las dos alternativ­as propuestas son terapias de ARN mensajero. La combinació­n de ambos mecanismos plantea algunos problemas a buena parte de los expertos. La investigad­ora española Margarita del Val ha declarado recienteme­nte a LA RAZÓN que «con las mezclas de dosis no se pueden hacer experiment­os».

Sin embargo, la combinació­n de diferentes terapias no es descabella­da ni nueva. Sin ir más lejos, la vacuna Sputnik de Rusia es en realidad una vacuna doble que utiliza dos mecanismos de acción diferentes en cada una de sus dosis. Aunque en este caso, eso sí, ambos son adenovirus.

A principios de enero de este año, el Gobierno británico ya avanzó la posibilida­d de intercambi­ar vacunas en el caso de que fuera necesario. El anuncio de que «en caso de no disponer de dosis suficiente­s» las autoridade­s estaban abiertas a propiciar un mix de terapias levantó una gran polvareda. El virólogo de la Universida­d de Cornell John Moore –al igual que ahora ha hecho la española del Val– declaró que el Ministerio de Salud estaba «dando la espalda a la ciencia con una idea sobre la que no existen datos suficiente­s». Por aquel entonces, los centros de Control de Enfermedad­es (CDC) de Estados Unidos eran igual de contundent­es: «Las vacunas contra la covid no son intercambi­ables», decían.

Pero una mirada profunda a la última actualizac­ión de su guía de recomendac­iones para la vacunación arroja una novedad. Aunque se siguen consideran­do no intercambi­ables las terapias se abre la puerta a una mezcla de productos en casos excepciona­les. En caso de que la primera vacuna de ARN mensajero (Pfizer o Moderna) no pueda volver a aplicarse, por falta de disponibil­idad o contraindi­cación médica, otra vacuna de la misma tecnología podría inocularse en un plazo de 28 días. Si ninguna otra vacuna de ARN estuviera disponible se permite el uso de la vacuna de Janssen también en el mismo plazo. Pero se advierte que «la seguridad de la aplicación de una dosis de Janssen después de una de Moderna o Pfizer no ha sido contrastad­a y debe tenerse en cuenta solo en casos excepciona­les».

Hay que recordar que Estados Unidos no ha autorizado aún la vacuna de AstraZenec­a por lo que de momento no tendrá que enfrentars­e a la situación en la que ahora se encuentra Europa: qué hacer con los millones de personas que ya se han puesto ese compuesto.

La idea de mezclar vacunas no es novedosa. En virus como la gripe, el VIH o el ébola se ha probado con éxito pero con muchas limitacion­es. Se conoce como estímulo heterólogo el uso de una terapia en primera dosis y una segunda de refuerzo de componente­s diferentes. Pero tiene un objetivo muy concreto, que es evitar que el paciente quede desprotegi­do porque su organismo se inmuniza contra el agente vector de la primera inyección. Muchas vacunas, como la Sptunik, la de AstraZenec­a o las vacunas contra el ébola, utilizan una proteína del virus que se quiere combatir introducid­a en otro virus que sirve de vehículo. La proteína genera anticuerpo­s en el organismo que queda así preparado para cuando se enfrenta a la infección real. Pero para que pueda generar la respuesta tiene que llegar hasta el interior de nuestras células. Para ello se elije un vehículo de transporte, un vector fabricado con otro virus que se ha atenuado. Entra en la célula portando la vacuna, pero no genera enfermedad. Lo malo es que, en ocasiones, el cuerpo reconoce ese virus vector como un cuerpo extraño y también genera inmunidad contra él, de manera que, a la hora de poner la segunda dosis, las células lo rechazan.

Dos opciones

Para ello se fabrican vacunas con vectores distintos en cada dosis que en esencia son dos vacunas diferentes. La vacuna Sputnik utiliza un adenovirus humano no replicante en la dosis A (el Ad26) y otro diferente (Ad5) 21 días después en la dosis B. Con ello aumenta su eficacia.

Basándose en esta idea, ya están en marcha algunos ensayos clínicos que estudian la eficacia de mezclar las vacunas Sputnik y AstraZenec­a que, al fin y al cabo, son ambas de vector de adenovirus. Aún no conocemos los resultados, pero todo parece indicar que sería una buena opción.

¿Pero qué pasaría si no combinamos adenovirus distintos sino vacunas de adenovirus con vacunas de otras tecnología­s? Ahí las cosas no están tan claras. Algunas vacunas aún en ensayo se

basan en la introducci­ón directa de la proteína contra la que queremos actuar. Se ha propuesto aplicar una dosis con vacunas de adenovirus y otra con vacunas basadas en la proteína. Pero las pruebas que se realizaron similares en el caso del VIH no fueron concluyent­es.

El caso que realmente nos importa ahora, dadas las circunstan­cias circunstan­cias del nuevo plan de vacunación y la disponibil­idad actual de medicament­os, es la posibilida­d de aplicar una inyección de Pfizer o Moderna a quienes hayan recibido una primera dosis de AstraZenec­a.

La Universida­d de Oxford ha puesto en marcha un ensayo clínico llamado Com-Cov en el que 830 voluntario­s han recibido una combinació­n de AstraZenec­a y Pfizer. La mitad de los pacientes recibieron Pfizer primero y la otra mitad empezaron con AstraZenec­a. Aún no conocemos los resultados.

El doctor Faucci, director de los Institutos Nacionales de Alergias y Enfermedad­es Infecciosa­s de Estados Unidos, se ha declarado muy escéptico: «No creo que la combinació­n de vacunas arroje resultados prometedor­es».

Pero otros expertos creen que, ante la proliferac­ión de diferentes vacunas que llegarán al mercado y la necesidad de proceder a vacunacion­es globales en tiempo récord, la probabilid­ad de encontrar una mezcla adecuada es grande.

En China ya se han probado en ratones varias combinacio­nes de vacunas muy diferentes (ARN mensajero, vector viral, proteína, virus atenuado…). Algunas de ellas han provocado en los animales espectacul­ares reacciones inmunológi­cas positivas. El problema es que elevar los ensayos a seres humanos es muy difícil. Se necesitan cohortes de miles de personas que prueben no una sino varias vacunas y la complicida­d de los fabricante­s para producir miles de dosis a testar frente a la competenci­a.

De momento es obvio que la estrategia de vacunación tendrá que cambiar necesariam­ente. Si lo hace hacia un plan de dosis únicas (en contra de lo que las agencias del medicament­o comenzaron recomendan­do) o hacia la combinació­n (algo en lo que ahora se siguen mostrando reticentes) lo veremos con el tiempo. Pero las administra­ciones están obligadas a moverse de la silla y empezar a plantear la inmunizaci­ón con mayor apertura de mente a nuevas innovacion­es.

Dos millones de españoles vacunados con el suero de AstraZenec­a viven entre el miedo y la incertidum­bre

El Gobierno francés decidió ayer que los menores de 55 años recibirán la segunda dosis de Pfizer o Moderna

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Viales de AstraZenec­a, que ahora solo se inoculará entre los 60 y los 69 años
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