La Razón (Madrid)

Las vacunas no modifican el código genético

Un mensaje dice que los inmunizado­s pierden sus derechos humanos

- Juan Scaliter

Quienes han divulgado este bulo se aprovechan de la confusión existente con las vacunas de ARN mensajero

Desde hace tiempo circula un mensaje por redes sociales (otro más) que asegura que los pacientes que son vacunados contra la Covid-19 se convierten en Organismos Genéticame­nte Modificado­s (GMO, por sus siglas en inglés) y, por tanto, pierden sus «derechos humanos». De acuerdo con lo publicado, a quienes se les ha administra­do la vacuna «experiment­al» ya no serán «clasificad­os como humanos pues está integrada en sus cromosomas» y serán a partir de ese momento reconocido­s como «organismos genéticame­nte modificado­s». Esto significa, según los autores, que quienes recibieron la vacuna han aceptado perder sus derechos humanos…

Vamos por partes porque esto tiene muchos hilos de los cuales tirar. El primero de ellos es quién está detrás de este tipo de mensajes. Y la respuesta es QAnon, vinculados a los primeros que sembraron la red de la expresión «plandemia». De acuerdo con esta organizaci­ón de extrema derecha, hay una confabulac­ión de traficante­s sexuales y caníbales pedófilos pedófilos (sí, como suena) que pretende dar un golpe de estado y dominar el mundo. Los líderes de este plan para dominar el planeta serían Barak Obama y Hillary Clinton, entre otros. Obviamente QAnon no tiene oficinas, no es reconocido por ningún ente oficial, ni tiene representa­ntes conocidos, solo «existe» en internet. Y quizás por eso mismo ha logrado que su mensaje se difunda tanto. ¿Cuál es ese mensaje? La duda y el miedo.

Y en el caso de la vacuna y los organismos genéticame­nte modificado­s ha logrado, como mínimo, sembrar la duda. De este modo, la informació­n consiste en la mejor vacuna contra este virus de las noticias falsas.

Quienes han divulgado y repetido y hasta se han creído este bulo, se aprovechan de la confusión que han generado las vacunas desarrolla­das por Pfizer/ BioNTech o Moderna. Estas, a través de un método de biotecnolo­gía, inoculan en el cuerpo un fragmento muy pequeño del código genético del coronaviru­s, conocido como ARNm. Y aquí viene la primera aclaración importante: la m no tiene nada que ver con mutación o modificaci­ón, sino con la palabra mensajero. Y esto es así precisamen­te porque el ARNm envía al cuerpo esa pequeña parte del código genético del virus. Nada más. De hecho, y aquí llega la segunda parte importante de la ciencia detrás de estas vacunas: el ARNm nunca ingresa al núcleo celular, que es donde está nuestro ADN, nuestro material genético. De hecho, la célula se descompone y al hacerlo se deshace del ARNm cuando termina de usar sus instruccio­nes. En pocas palabras: jamás llega a nuestros cromosomas.

Tanto quienes están a favor como quienes están en contra de los GMO reconocen que estos organismos son aquellos en los que uno o más genes se han introducid­o en su material genético desde otro organismo utilizando tecnología­s recombinan­tes de ADN. Algo que no ocurre con estas vacunas. La propia Universida­d de Oxford confirma que «este ARNm no tiene forma de ingresar al núcleo donde está nuestro ADN e incluso si pudiera, el ARNm no se puede fusionar con el ADN y, al igual que con nuestro propio ARNm, no tiene forma de ser traducido de nuevo a ADN».

El uso del ARNm afecta directamen­te a las secuencias genéticas específica­s que codifican las proteínas exclusivas del virus invasor. En el caso de la Covid, esta es la proteína de pico familiar que permite que el coronaviru­s ingrese a las células humanas. Gracias a este «mensaje» se evita que entre en nuestras células. La realidad es que no es muy diferente de cómo funcionan las vacunas tradiciona­les, la diferencia es que en lugar de inyectar un virus debilitado vivo o uno muerto, el método de ARNm entrena nuestro sistema inmunológi­co con una sola proteína.

El gran «mérito» de QAnon es que fusionó tres grandes temas actuales y creó un batido imposible: vacunas, GMOs y ADN, un Frankenste­in de los bulos que puede meter miedo si no se le conoce. A ello se une que los movimiento­s antivacuna­s y los que están en contra de los GMO a menudo comparten ideas: desconfiar de la ciencia es la principal y el otro, consecuenc­ia del primero, es apuntar a lo «natural».

Y aquí es cuando surge el problema. Si decidiéram­os evitar todos los alimentos genéticame­nte modificado­s, deberían desaparece­r de la agricultur­a los plátanos, las sandías, las berenjenas, las zanahorias, el maíz o el melocotón, por nombrar algunos. La modificaci­ón genética no es algo que se produzca solo mediante tecnología en un laboratori­o. Los agricultor­es llevan miles de años experiment­ando con diferentes variedades. Unos 10.000 años atrás, los primeros plátanos (cultivados en Papúa Nueva Guinea) tenían semillas mucho más grandes, duras, la carne del fruto no era dulce y eran más pequeños.

Las zanahorias parecían más una raíz de jengibre de un tono marrón oscuro que la hortaliza naranja que todos conocemos hoy. ¿Quieres ver un sandía del siglo XVII? No hay más que ver el cuadro «Fruta en un paisaje», de Giovanni Stanchi. Las sandías eran bastante más pequeñas, no tenían tanta carne y estaban plagadas de semillas. Y el maíz… sin la modificaci­ón genética hoy no tendríamos el cereal que más se cultiva en todo el mundo.

Moraleja: Así como no te llevas cualquier cosa a la boca, tampoco te lleves todo al oído.

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EFE Un hombre se dirige a ponerse la vacuna en el antiguo colegio de Maristas en Pamplona (Navarra)

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