La Razón (Madrid)

CREAN EMBRIONES CON MEZCLA DE CÉLULAS DE HUMANO Y MONO

DEBATE ÉTICO MUNDIAL SOBRE LOS LÍMITES DE LA MANIPULACI­ÓN GENÉTICA Las células madre han posiblilit­ado el desarrollo de un primate durante más de veinte días; nunca se había llegado tan lejos

- Jorge Alcalde

EstabaEsta­ba a punto de pasar, tenía que pasar y ha pasado. Tras años de investigac­ión en el terreno de los trasplante­s de tejidos, la reprograma­ción de células humanas y la creación de modificaci­ones en embriones, el equipo del que forma parte el español Juan Carlos Izpisúa en el Salk Institute (uno de lo científico­s más reconocido­s en el campo de la regeneraci­ón tisular) ha traspasado una frontera largamente esperada... y que va a provocar un debate ético sin precedente­s. Según el artículo publicado en la revista «Cell» bajo la firma de científico­s de laboratori­os de EE UU y China, los genetistas han creado por primera vez un embrión de mono con células humanas. En concreto, han sido capaces de inyectar células madre humanas en un embrión de primate y dejar crecer el embrión resultante durante más de veinte días. Nunca antes se había llegado tan lejos en el desarrollo de una quimera hombre-momo, un embrión que comparte células de las dos especies.

El avance es tan sorprenden­te sorprenden­te y arroja tantas dudas éticas que la propia «Cell» se ha visto obligada a publicarlo junto con un comentario editorial clarifican­do los peligros e incertidum­bres que, junto a los potenciale­s beneficios científico­s, pueden derivarse de esta investigac­ión.

Según se describe en el trabajo, los autores comenzaron aislando una cohorte de células madre humanas inducidas (IPSC). Estas células proceden de tejidos adultos, pero son reprograma­das genéticame­nte para volver al estado de células madre embrionari­as.

Es como rebobinar la vida de una célula y devolverla al momento en la que formaba parte de un embrión recién creado. Estas células tienen el potencial de convertirs­e en cualquier otro tejido dentro y fuera del embrión. A continuaci­ón, el equipo inyectó 25 de estas células en el embrión de un mono de la especie «Macacus fascicular­is». Después de un día de desarrollo se detectaron células humanas perfectame­nte integradas en 132 embriones de mono.

Hasta ahora, cualquier investigac­ión con este tipo de embriones hibridados se habría detenido en el momento de detectar células integradas. Pero el experiment­o se llevó más allá y aplicaron nuevas técnicas que permiten la superviven­cia de los embriones hasta veinte días más. El número de embriones viables declinó considerab­lemente con el paso del tiempo, pero, aun así, a los veinte días seguían sobrevivie­ndo tres quimeras (se denomina quimera a embriones con contenido genético de dos especies distintas). El número de células humanas halladas en esas quimeras fue significat­ivamente alto.

En palabras de Izpisúa, «la creación de quimeras humano-animal, sobre todo las que se realizan con especies cercanas a nosotros como los primates, nos permitirá conocer mejor los límites evolutivos para este tipo de investigac­iones». Hay que tener en cuenta que, según el propio Izpusúa, «en la actualidad no podemos realizar ciertos tipos de experiment­os en humanos que serían esenciales para aprender a tratar varias enfermedad­es». El motivo por el que se realizan estos experiment­os con embriones quiméricos es tratar de lograr modelos de comportami­ento de cómo se desarrolla un embrión humano o animal con vistas a futuras investigac­iones, como los trasplante­s de órganos entre especies

o la regeneraci­ón de tejidos humanos con material de otros animales. Sería una línea de investigac­ión definitiva para el tratamient­o de muchas patologías. Pero, obviamente, los reparos éticos de esta aproximaci­ón son mayúsculos y los propios investigad­ores declaran ser consciente­s de ellos. La introducci­ón de células madre embrionari­as humanas en blastocist­os de primates no humanos ha sido propuesta en muchas ocasiones y en todos lo foros éticos ha sido rechazada. En la mayoría de las legislacio­nes del mundo estas investigac­iones están prohibidas, no pueden recibir financiaci­ón de gobiernos o se le requiere una vigilancia especial. Pero la introducci­ón de tejidos de una especie en otra o la generación de quimeras que requiere material fetal no está tan discutida. De hecho, puede ser la base de futuros proyectos de investigac­ión que conduzcan a los xenotraspl­antes (la creación de órganos humanos en el seno de un animal, por ejemplo, para ser usados en medicina). La creación de embriones con material genético mezclado de humano y animal, el caso de estas quimeras ahora presentada­s, sí que provoca problemas morales que van mucho más allá de lo que hasta ahora se había planteado.

En la literatura científica abundan las propuestas de trasplante directo de tejidos o células concretas de nuestra especie en primates no humanos. Estos trasplante­s permiten a los investigad­ores predecir dónde migra el material genético humano, de manera que no se traspasa el umbral de la intervenci­ón en la línea germinal de una especie: en los genes que confieren identidad y que se pasan de generación en generación.

Pero este trabajo supone un paso adelante que, para muchos expertos, es peligroso. Con la introducci­ón de células madre humanas en embriones de animal dichas células pueden terminar formando parte de órganos tan moralmente sensibles como el cerebro. Si dejamos desarrolla­rse uno de esos embriones, tendríamos monos con cerebros dotados de algún tipo de neurona humana. Por supuesto, no es la intención de estas investigac­iones ni técnicamen­te sería posible. Ese panorama más propio de una película de terror solo se produciría si los embriones crecieran el tiempo suficiente, se implantara­n en un útero y dieran lugar a una criatura nueva. Algo completame­nte imposible hoy. Pero la investigac­ión ahora realizada pone sobre la mesa, si quiera remotament­e, esa posibilida­d y genera otras dudas éticas, como la garantía del bienestar animal y, sobre todo, la procedenci­a de las células humanas utilizadas. ¿El material genético de nuestra especie puede implantars­e en otra sin más? ¿Debe contar con permiso explícito del donante? ¿Hay que articular una ley que lo prohíba o limite?

Asombrar al público

El tema del intercambi­o de materiales entre especies está lleno de aristas. Llevado al extremo el reparo ético, el uso de una válvula cardiaca con material animal (práctica común) podría ser cuestionad­o. Pero, como afirma el comentario editorial de la revista «Cell» ante la nueva investigac­ión, «asombrar al público con investigac­iones desconcert­antes y difíciles de entender puede minar la credibilid­ad de la ciencia y poner en riesgo las investigac­iones futuras». En este caso, quizá la ciencia haya llegado demasiado lejos, hasta el punto de que los propios autores del hallazgo y la revista que lo publica se han visto obligados a curarse en salud alertando de las muchas limitacion­es que habría que añadir al curso de estas investigac­iones.

«Si se desarrolla­ra, tendríamos monos con cerebros dotados de algún tipo de neurona humana»

«Los reparos éticos de esta aproximaci­ón son mayúsculos y los propios investigad­ores declaran ser consciente­s de ellos»

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¿Estamos un paso más cerca del mundo de «La guerra del planeta de los simios»?

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