La Razón (Madrid)

Cuando el «voto» obrero no suma

- Lorente Ferrer

La última semana de precampaña electoral en la Comunidad de Madrid, el PP sigue reforzándo­se con votantes procedente­s de Ciudadanos y Vox, lo que ahonda la crisis de estos dos partidos.

Sin embargo en Cataluña en el anterior mes de febrero daba alas a los de Abascal y fueron fundamenta­les para que Vox diera el «sorpasso» el 14 de febrero tanto a los populares como a Ciudadanos –que había aglutinado el voto constituci­onalista en las elecciones catalanas pasadas–.

Obviamente la estrategia de la tensión y de la coacción hacia los constituci­onalistas que se practica en Cataluña no es exportable a la Comunidad de Madrid. Rebelarse contra los violentos de los CDR fue premiado por el electorado de la formación naranja y del PP transfirie­ndo entonces voto a Vox liderado por Ignacio Garriga.

Pero en la Comunidad de Madrid el grado de libertad es infinitame­nte superior al de Cataluña. Además la correlació­n de fuerzas es muy distinta, las derechas derechas suponen a fecha de hoy un 54,7 por ciento del voto y las izquierdas suman el 44,4 por ciento. Los partidos secesionis­tas en Cataluña recibieron el 50,8 por ciento de los votos.

En la Comunidad de Madrid, los partidos pro unidad nacional suponen el 80,2 por ciento del voto. Estos datos deberían haber disuadido a Vox de experiment­ar con el enfrentami­ento como táctica electoral para atraer votantes del centrodere­cha. De hecho, no lo ha conseguido por los datos de las encuestas, que sitúan a los de Abascal y en concreto, la lista que lidera Rocío Monasterio, en porcentaje­s más bajos que la semana pasada y también por debajo de sus resultados de 2019.

Con respecto a Ciudadanos, y a pesar de la crisis interna que vive el partido, tras una primera recuperaci­ón en los días que siguieron a la elección de Edmundo Bal en sustitució­n de Ignacio Aguado como candidato, vuelve a caer y se coloca otra vez por debajo de la barrera del 5 por ciento lo que supone no entrar en la Asamblea madrileña. Esto se debe fundamenta­lmente a la deserción de votantes naranjas hacia el Partido Popular y al tirón de la candidatur­a de Isabel Díaz Ayuso.

Los enfrentami­entos de Vallecas no han servido tampoco para que Vox capte votantes entre los centristas.

El votante del centrodere­cha, que hasta las elecciones generales, autonómica­s y generales de 2011 había permanecid­o fiel a un único partido, el popular, comenzó a disgregars­e en las elecciones europeas y generales de 2015 y 2016 con la aparición de Ciudadanos, y en las elecciones al Parlamento de Andalucía de diciembre de 2018 y generales, municipale­s y comicios autonómico­s de 2019, aún se dividió más con la aparición de un tercer partido; la irrupción de Vox.

Este proceso de fragmentac­ión hizo que con los mismos o incluso más votos que las izquierdas, los representa­ntes obtenidos por las derechas (diputados y senadores nacionales, parlamenta­rios regionales, concejales, etc…) fueran muchos menos que los que correspond­ería de haber existido una única candidatur­a de centrodere­cha, lo que permitió que se constituye­ran por ello mayorías Frankenste­in en buena parte del territorio nacional, en ayuntamien­tos, autonomías y en el Congreso de los Diputados.

Por lo tanto el 4-M va a significar un punto de inflexión en cuanto a la unificació­n del voto de las derechas, y que además, es algo que va a traspasar los límites de la comunidad autónoma, afectando como un maremoto al actual equilibrio de fuerzas políticas en todos los niveles; local, regional y nacional. De hecho, las formacione­s políticas se han planteado estos comicios en clave nacional donde tratan de medir las fuerzas de sus líderes rumbo a La Moncloa.

Por ese motivo estamos asistiendo a un combate entre David y Goliat.

La consigna de las izquierdas está en evitar la victoria de Díaz Ayuso, no por ser la candidata popular, sino por lo que representa, por sus políticas liberales que han encumbrado a la Comunidad de Madrid y que atraen como un imán el voto del centrodere­cha de la región madrileña y por haber desafiado desde Madrid las políticas del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La implicació­n directa que se hace desde la Moncloa en la pugna electoral autonómica es buena prueba de ello.

El 4-M va a significar un punto de inflexión en cuanto a la unificació­n del voto de las derechas en todos los niveles

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