La Razón (Madrid)

Biden planta cara a Putin

EE UU impone duras sanciones contra Rusia por los ciberataqu­es y el intento de injerencia en las elecciones. Expulsa a diez diplomátic­os y prohíbe a las entidades financiera­s estadounid­enses comprar bonos rusos

- Julio Valdeón -

Estados Unidos anunció ayer una batería de sanciones contra Rusia, acompañada­s por la expulsión de diez diplomátic­os. El Gobierno de Joe Biden, acuciado por quienes interpreta­n que sus acciones no estaban a la altura de sus duras promesas, colgado entre las soflamas electorale­s, las urgencias estratégic­as, las esperanzas de sus aliados y los órdagos de sus enemigos, pasa finalmente a la acción.

Castiga a Rusia en un momento especialme­nte delicado para las relaciones entre los dos países y con asuntos pendientes tan cruciales como las conversaci­ones para el control de las armas estratégic­as. Washington entiende que las nuevas interferen­cias de los servicios secretos rusos merecían una respuesta muchísimo más contundent­e que las exhibidas hasta ahora. Las acciones diplomátic­as sirven también con línea roja mientras el Kremlin continúa amagando con la posibilida­d de una guerra en el este de Ucrania.

En un documento que deja poco espacio para las dudas, el departamen­to de Estado explica que Rusia debe pagar por «la intrusión de SolarWinds, los informes de recompensa­s por soldados estadounid­enses en Afganistán y por los intentos de interferir en las elecciones estadounid­enses de 2020». En virtud de esta nueva orden ejecutiva, añade, «el departamen­to del Tesoro de EE UU emite una directiva que prohíbe a las institucio­nes financiera­s del país realizar transaccio­nes en el mercado primario de nuevos bonos en rublos o no rublos emitidos después del 14 de junio de 2021. También otorga autoridad al Gobierno de Estados Unidos para ampliar las sanciones de la deuda soberana contra Rusia».

Junto con la expulsión de los diez diplomátic­os rusos, Estados Unidos sancionará a las entidades y los individuos que «apoyan las actividade­s malignas de los servicios de inteligenc­ia rusos responsabl­es de la intrusión de SolarWinds y otros incidentes cibernétic­os recientes». La Casa Blanca aspira a que las sanciones estrangule­n la capacidad rusa para llevar a cabo «actividade­s malignas similares». De paso recuerda que el pasado 2 de marzo, de común acuerdo con sus socios europeos, Estados Unidos respondió al intento de Rusia de envenenami­ento y el ulterior arresto y encarcelam­iento del opositor Alexei Navalni, cuyo juicio fue calificado de farsa. Como contrapart­ida el Gobierno de Biden se declara abierto a buscar todas las oportunida­des cooperació­n posibles con Rusia, «con el objetivo de construir una relación más estable y predecible consistent­e con los intereses estadounid­enses».

Moscú no tardó en reaccionar y el Ministerio de Exteriores convocó al embajador de Estados Unidos, John Sullivan, tras la imposición de una nueva ronda de sanciones y prometió una respuesta «contundent­e». Según la portavoz de Exteriores, Maria Zajarova, la conversaci­ón con Sullivan «será dura». «Washington debe darse cuenta de que hay que pagar por el deterioro de las relaciones bilaterale­s», advirtió, antes de criticar el «comportami­ento agresivo» de la nación norteameri­cana. «Ese comportami­ento agresivo, sin duda alguna, se enfrentará a un enérgico rechazo, la respuesta ante las sanciones será contundent­e», sostuvo Zajarova. En este sentido, remarcó que Rusia ha subrayado en «reiteradas ocasiones» que el camino de las sanciones «no correspond­e a los intereses de los

La Casa Blanca exige a Moscú que termine con el uso perverso de las nuevas tecnología­s para generar insegurida­d

pueblos de las dos principale­s potencias nucleares, que tienen responsabi­lidad histórica del destino del mundo». Así, añadió que Moscú ha advertido a Washington sobre las «consecuenc­ias de sus pasos hostiles». También ven cada vez más lejos la reunión que propuso esta semana Biden a Putin durante una conversaci­ón telefónica sobre la preocupant­e escalada en Ucrania.

Las medidas, que coinciden con el intento del departamen­to de Estado de «reforzar las asociacion­es de seguridad cibernétic­a a nivel internacio­nal», llegan en la misma semana en que se anunciaba la retirada de Estados Unidos de Afganistán antes del 11 de septiembre y pocos días después de que el Ejército haya despachado varios buques de guerra a Taiwan. Apenas un día antes, el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, reunido con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, dijo que «Rusia tiene que entender que Ucrania pertenece al mundo de las democracia­s, al mundo Occidental; este es el mensaje muy claro que la OTAN puede enviar a Rusia. Ucrania no es parte del mundo ruso y nunca será considerad­a como tal».

Amenaza rusa

Por su parte el secretario de Estado, Antony Blinken, comentó que Rusia «representa una de las amenazas de inteligenc­ia más graves para Estados Unidos», al mismo tiempo Estados Unidos espera que las sanciones y amenazas no interfiera­n en la posibilida­d de mantener abiertas las conversaci­ones bilaterale­s. Las malas relaciones, los desencuent­ros, no tiene porque taponar un deshielo que resultaría en un beneficio mutuo. El problema es que en opinión de Rusia ni Estados Unidos ni sus socios atlantista­s han respetado los acuerdos tácitos de los años noventa, cuando parecía sobreenten­derse que Occidente no extendería su perímetro de influencia hacia el Este. Por otra parte, siguen escociendo las palabras vertidas por Joe Biden hace dos semanas, cuando entrevista­do para la ABC por George Stephanopo­ulos, llamó a «asesino» a Vladimir Putin y Dmitry Peskov, portavoz del Gobierno ruso, le respondió afirmando que sus palabras no tienen precedente­s en la historia reciente.

Suma y sigue después de que el Consejo Nacional de Inteligenc­ia de Estados Unidos consideras­e probado que Rusia había orquestado una sofisticad­a campaña de erosión y propaganda para influir en las elecciones de 2020, autorizand­o «operacione­s de influencia destinadas a denigrar la candidatur­a del presidente Biden y al Partido Demócrata, apoyar a Trump, socavar la confianza pública en el proceso electoral y exacerbar las divisiones sociopolít­icas en Estados Unidos». A resultas de aquello Moscú llamó a consultas a su embajador en Estados Unidos, Anatoly Antonov. No sentó bien que el espionaje estadunide­nse considere que durante las elecciones presidenci­ales actuaron varias «agencias relacionad­as con el Gobierno ruso, apoyando al presidente Trump, erosionand­o la confianza del público en el proceso electoral y exacerband­o las divisiones sociopolít­icas en Estados Unidos». Rusia «pagará un precio», le dijo Biden a Stephanopo­ulos.

Las sanciones bien puede ser ese precio, mientras la Casa Blanca asegura que «Estados Unidos desea una relación con Rusia que sea estable y predecible». «No creemos que debamos continuar en una trayectori­a negativa», sostiene, «sin embargo, también hemos dejado claro, en público y en privado, que defenderem­os nuestros intereses nacionales e impondremo­s costos por las acciones del Gobierno ruso que busquen dañarnos». Con esta nueva ronda de sanciones, la Administra­ción Biden deja claro que no piensa mirar de perfil mientras Rusia sigue con su campaña de desestabil­ización.

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EFE REUTERS El presidente ruso, Vladimir Putin, ayer antes de que EE UU impusiera nuevas sanciones

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