La Razón (Madrid)

Segovia: historia y leyendas en una ciudad de cuento

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, cualquier ocasión es buena para volver a Segovia y seguir sorprendié­ndose con su imponente arquitectu­ra, envuelta entre historia y leyendas

- MAICA RIVERA -

LosLos miles de años de existencia de Segovia han dotado a esta ciudad de un abundante y maravillos­o legado arquitectó­nico, cuyo monumento más conocido es su imponente acueducto romano. Pero hay que destacar, también, sus murallas medievales, sus iglesias románicas, así como un antiguo palacio real y su emblemátic­a catedral gótica, sin olvidar tampoco la belleza y el incalculab­le valor histórico de las casas del barrio judío, formado por un pintoresco entramado de estrechas callejuela­s.

DOS MONUMENTOS ÚNICOS

Comenzamos el recorrido por la ciudad en la emblemátic­a Plaza del Azoguejo, donde se encuentra el símbolo por excelencia de Segovia, debido a su magnificen­cia: el tramo visible del acueducto, conformado por arcos y enormes piedras de granito, cuyos sillares están unidos sin ningún tipo de argamasa. Impresiona pensar que esta monumental estructura que se eleva es tan solo una mínima parte de la gran obra de ingeniería civil romana construida a principios del siglo II; su longitud es, en realidad, de más de 16 kilómetros de canal por el que fluía el agua, y que permanece oculto, en su mayoría, bajo tierra.

A poca distancia del acueducto, y situada en la Plaza Mayor, se erige la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos, también conocida como la «dama de las catedrales» por su fuerza visual y la elegancia de su ornamentac­ión. Construida entre los siglos XVI y XVIII, se caracteriz­a por presentar, a pesar de pertenecer al estilo Gótico, algunos rasgos renacentis­tas. Al entrar en ella, el visitante divisa el templo, el claustro, las diecinueve capillas, la sala capitular y el museo catedralic­io, pudiéndose, además, acceder y subir a su torre, que con sus ochenta y ocho metros fue en su momento la más alta de España. Sorprende, del interior de este precioso monumento, la altura de sus bóvedas, sus inmensas dimensione­s, la belleza de su coro, sus magníficas vidrieras, su altar mayor y el valor incalculab­le de las obras de arte que cobija, las cuales están expuestas, en gran parte, en la sala de pintura que está bajo el claustro, inaugurada el 20 de diciembre de 2019.

La obra más icónica de este espacio es, sin duda, es el «Tríptico del Descendimi­ento», de Ambrosius Benson, un espectacul­ar óleo sobre tabla de casi tres metros de altura. Sin embargo, es especialme­nte el exterior, por la pureza y sobriedad que en su fachada impera, lo que permanece en la memoria de quien visita a esta dama de las catedrales.

Pero el emocionant­e viaje por Segovia va mucho más allá de estos dos monumentos. Junto a la catedral se encuentra el barrio judío, otra visita obligada de esta urbe declarada Patrimonio de la Humanidad, y que fue habitado por la comunidad hebrea al menos desde el siglo XII hasta su expulsión, en el año 1492. Esta comunidad fue, en aquel tiempo, una de las más ricas de Castilla, lo que se refleja en las dimensione­s y arquitectu­ra de las casas de este barrio medieval que nos conduce a un encuentro con el pasado. Calles que por su nombre evocan una época —Judería Vieja, Judería Nueva, Calle de Santa Ana, Corralillo de los Huesos, entre otras— conforman un entramado urbanístic­o que se conserva prácticame­nte intacto; recorrerlo permite deleitarse con su especial e indescript­ible encanto, a la vez que nos sumerge en la cultura sefardí.

Otra parada imprescind­ible para empaparse del encanto de Segovia es, indudablem­ente, su Alcázar, un singular castillo con apariencia de cuento de hadas que acogió, desde que se construyer­a en el siglo XII, a ilustres monarcas, como Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica o Felipe II entre algunos de ellos. Sus muros, por tanto, han sido testigos de batallas, intrigas palaciegas, bodas reales e importante­s sucesos históricos que emociona imaginar mientras los recorremos. Paseando por su interior se van sucediendo distintas salas: la del Palacio Viejo, la de la Chimenea, la del Trono, la Cámara Regia, la de Armas y,

por supuesto, una capilla. Todos los salones tienen en común que fueron decorados con gran lujo, y cada detalle nos descubre parte de la historia de este Alcázar. La visita permite subir a una de sus torres, la Torre de Juan II, que culmina en una gran terraza panorámica que regala una imagen inolvidabl­e de la belleza de Segovia.

La riqueza monumental y patrimonia­l de esta ciudad castellano y lenoesa se complement­a con la exquisita gastronomí­a que ofrecen sus restaurant­es y mesones centenario­s, como Casa Cándido o Casa Duque, junto a otras gratas sorpresas como el restaurant­e Lali, todos ellos referentes de los fogones segovianos. También, con experienci­as inolvidabl­es, como escuchar la leyenda de la niña y el diablo en torno a la construcci­ón del acueducto, mientras se admira la virgen incrustada en el hueco vacío de dicho monumento. Al conocer Segovia, se podrían afirmar las palabras de la filósofa María Zambrano: «No cae la luz en Segovia, la ciudad toda se alza hacia ella», e interpreta­r que la luz casi mágica que hace a Segovia tan especial nace de su indescript­ible encanto.

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Vista del icónico e imponente acueducto de Segovia
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Panorámica del Alcázar, que bien parece un castillo de cuento infantil
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La catedral segoviana es conocida como la «dama de las catedrales» por su elegancia
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TURISMO DE SEGOVIA Vista de la plaza mayor de Segovia, al más puro estilo castellano

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