Quimeras humano-animales: jaque al antropocentrismo
Para bien o para mal, la ciencia se obstina siempre en mirar debajo de las alfombras. Una respuesta del tipo “no sigáis expemoral rimentando con quimeras porque no sabremos que hacer con ellas” no me parece pertinente. Si estas criaturas son un problema para la ética, ha de ser la ética quien lo resuelva y no la ciencia quien lo oculte. Esto sólo puede hacerse de dos formas. Una consiste en abrazar los postulados del utilitarismo, que no sufre las tensiones que afectan a las éticas antropocentristas. Para esta postura lo único que importa es si un ser siente o no, con independencia de la especie a la que pertenece.
Por tanto, la creación de seres interespecíficos no le planteará muchos otros retos que determinar qué grado de sufrimiento puede acarrearles su extraño origen. La alternativa más prometedora (y la que a mí particularmente me resulta más atractiva) consiste en sostener una visión ontológica diferente, basada en una idea de dignidad que subraye la importancia de quienes posean agencia moral, con independencia de su especie. Y, yendo un paso más allá, sin que el reconocimiento de nuestras obligaciones morales tenga en absoluto que limitarse exclusivamente a los seres dignos. Una combinada, basada en el respeto debido a quienes muestran cualidades superiores, pero también en la empatía hacia los otros seres sintientes puede ser la mejor fórmula para adaptarnos a estos desafíos implícitos a los nuevos desarrollos de la biotecnología.