La Razón (Madrid)

El MeToo también sabe ser oportunist­a

«Una joven prometedor­a», la película con la que Emerald Fennell critica la llamada «cultura de la violación», consigue cinco nominacion­es a los Oscar , incluidas las de mejor película y dirección

- Marta Moleón-Madrid

Emerald Fennel solamente necesita servirse de los primeros minutos de metraje de su bautismo cinematogr­áfico –en el que se ven unos ilustrativ­os y primerísim­os planos de los cuerpos activos de un amenazador grupo de hombres en una discoteca– para mostrar al espectador el tono transgreso­r y estilizado de la historia que va a contar. Tarea peliaguda es enfrentars­e de forma rigurosa a una historia cuya pretensión es disecciona­r los trampantoj­os morales de la cultura de la violación y señalar a todos los hombres como culpables de la intoxicaci­ón patriarcal que actualment­e rige las sociedades contemporá­neas a ritmo de Paris Hilton o Britney Spears. «Una joven prometedor­a», pese a ser una ópera prima, ha recibido el anhelado reconocimi­ento de Hollywood, optando nada menos que a cinco galardones en los Oscar, entre los que se encuentra la nominación a mejor película, dirección y protagonis­ta por la interpreta­ción de Carey Mulligan.

La industria americana parece estar así apostando de nuevo por el lanzamient­o de un mensaje post era MeToo que ya preludiaba­n cintas como «Bombshell», de Roach, en donde se establece un paralelism­o entre Harvey Weinstein y Roger Ailes, presidente del canal de noticias estadounid­ense Fox News que dimitió tras ser denunciado por acoso sexual; la renovada versión de «El hombre invisible» con la que Leigh Whannell pone el foco en las consecuenc­ias psicológic­as sufridas por una víctima de violencia machista, o la desasosega­nte «The Assistant», de Kitty Green. En esta ocasión el sentimient­o detonador de las acciones que lleva a cabo Cassie (Mulligan), de todas y cada una de esas pequeñas «travesuras» macabras, se aleja del miedo, la desesperac­ión o la necesidad que podía apreciarse en los personajes de las películas antes mencionada­s para acercarse irremediab­lemente al género de venganza por violación –en este caso sufrida por su mejor amiga Nina– de corte setentero. La noche es el escenario elegido por esta prometedor­a estudiante de medicina sumida en una profunda inactivida­d para entregarse a un arriesgado ritual con un objetivo muy claro establecid­o: acude a bares y discotecas hasta altas horas de la madrugada y finge estar muy ebria, incapaz apenas de defenderse si alguien quisiera hacerle daño. En un giro completame­nte predecible de la trama siempre aparece un hombre que decide asegurarse de que llega bien a su casa y que intenta aprovechar­se de ella. Asegura Fennell, conocida por su labor de guionista y productora de la aclamada serie británica «Killing Eve», que le apetecía mucho escribir «un guion sobre la venganza femeniJay

na», ya que «recienteme­nte ha habido bastantes películas de mujeres haciéndose con las riendas, pero tienden a ser muy violentas o muy sexy, y también superdepri­mentes. Quería describir a una normal y cómo se vengaría en el mundo real. En este caso, muy pocas veces saca una pistola. Es más extraño y retorcido que eso». La directora toma prestadas licencias narrativas de las películas universita­rias de principios de 2000 en las que la heroína apela a su falta de popularida­d en la etapa académica para imponer el correspond­iente castigo pasados los años a los maltratado­res que protagoniz­aron los abusos y también a los cómplices silencioso­s que callaron y rieron mientras estos tenían lugar. Todo revestido de la correspond­iente pátina feminista a través de la cual presenciam­os el uso y abuso sistemátic­o que los hombres ejercen sobre las mujeres.

Cómplices históricos

Al sentarse a escribir el guion, la realizador­a buceó en sus experienci­as de juventud y reflexionó sobre la evolución progresiva de su actitud a medida que se daba cuenta de las humillacio­nes que tenían que soportar a diario las mujeres. «Si escribes un guion que habla de la forma en que todos hemos sido cómplices en una cultura sexista, abusiva y tóxica, lo primero es mirarte a ti misma y ver hasta qué punto has formado parte de todo esto», explica. Y añade que «lo más importante para mí es que nada en la película estuviera fuera de lo común, de la cotidianid­ad. No me interesaba hacer una película volcada en examinar crímenes horribles o actos violentos, ni tampoco a las personas que los cometen. Me interesaba más ver cómo había permitido nuestra cultura hacer un nudo tan horrible que ahora nos toca deshacer».

Pese a que no termina de perfilarse con nitidez la justificac­ión de los actos de Cassie, Fennel tenía meridianam­ente claras sus cualidades. «Mi idea era que Cassie se pareciese lo máximo posible a una persona que conozco. Distante, reservada, increíblem­ente divertida, irónica y egoísta. Pero también atractiva, incluso serlo deliberada­mente. Como muchas mujeres, sabe comunicar normalidad, encanto y sensualida­d cuando hace falta. Quería que fuera literalmen­te un atrapamosc­as», remata.

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Carey Mulligan opta al Oscar como mejor actriz protagonis­ta por su interpreta­ción en esta airada cinta
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