La Razón (Madrid)

Un discurso «kitsch»

- Sergi SÁNCHEZ

Dirección y guión: Emerald Fennell. Intérprete­s: Carey Mulligan, Bo Burnham, Alison Brie, Jennifer Coolidge. Gran Bretaña-USA, 2020. Duración: 113 min. Comedia dramática.

He aquí una película que lo sacrifica todo a una carta, a una agenda que defender a capa y espada. Bienvenida sea la falta de verosimili­tud, el cinismo sin filtros, la política de hechos consumados. No puede decirse que Emerald Fennell, creadora de la serie «Killing Eve», engañe a nadie: en cuanto vemos a Cassey (Carey Mulligan) borracha, con los brazos en jarras en un sofá de terciopelo, bajo la mirada de tres machos depredador­es, sabemos que la película está siendo oportuna y oportunist­a. Sabe, por supuessido to, lo que quiere. Cassie solo finge estar borracha, noche tras noche, club tras club, para asustar a todos los hombres que quieren aprovechar­se de ella; que son, claro, todos. Esa es la punta del iceberg de su triste doble vida, que Fennell retrata con una disparidad tonal más incoherent­e que desconcert­ante. ¿Qué son esos colores pastel, esa casa suburbial, esos padres que parecen haber salido de una «sitcom» momificada, frente al empoderami­ento de una mujer prometedor­a, que podría haber doctora pero es camarera, y que habla con la autoridad de un ángel vengador que ha leído con más fruición los artículos de dominical sobre el #metoo que los ensayos feministas de Braidotti o Judith Butler? En las películas de «rape and revenge» del cine de explotació­n de los setenta, que coincidier­on con la segunda ola del feminismo y que Fennell pasa por el filtro aséptico de la estética post-millenial, las mujeres se tomaban la justicia por su mano desde las vísceras. Para la Zoe Lund de «Ángel de

venganza» antes estaba la furia que cualquier agenda, y eso es lo que la convertía en un personaje tan problemáti­co como estimulant­e. Pero, ¿qué ocurre con Cassie? Carey Mulligan aporta inteligenc­ia al personaje, pero a la vez parece algo desubicada en su faceta justiciera. El guion está diseñado para que todos paguen por su responsabi­lidad en una violación universita­ria, y con ese objetivo hace trampas para demostrar que ningún hombre es de fiar. En un momento extraño, hipnótico, donde suena la nana de «La noche del cazador», «Una joven prometedor­a» está a punto de lograr algo parecido a una poética, pero es solamente un espejismo. Y mientras tanto, la película se desliza hacia el abismo del moralismo edificante, contando, no la historia de una ejecutora implacable, sino la de una mártir para la causa. Y si hay algo que no necesita el feminismo para asesinar al patriarcad­o son mártires.

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