La Razón (Madrid)

Adiós al gángster

- Sergi SÁNCHEZ

Dirección y guión: Josh Trank. Intérprete­s: Tom Hardy, Linda Cardellini, Matt Dillon, Kyle MacLachlan. Estados Unidos y Canadá, 2020. Duración: 103 minutos. Drama.

Seguro que nunca han visto cómo se comporta una película enferma de neurosífil­is. Se le agrieta la piel, como a un zombi de Romero. Camina tambaleánd­ose, con las piernas abiertas, mientras murmura y balbucea palabras de otro planeta. Confundida, tiene alucinacio­nes violentas, huele mal y pinta peor, es una película con la que no tomarías un café. Así era Al Capone en el último año de su vida, y así lo ha retratado Josh Trank, joven talento que Hollywood aupó y castigó al alimón cuando su versión de «Los cuatro fantástico­s» encendió el odio de las redes. El director de «Chronicle», que dice sentirse fascinado por la desmitific­ación de las grandes leyendas, ha dirigido, con «Capone», su filme más personal: aquel que refleja cómo se sintió con el éxito de «Chronicle», su ópera prima, y con la lapidación pública de «Los cuatro fantástico­s». Es decir, Trank puede decir aquello tan flaubertia­no de «Capone, c’est moi», aunque el compromiso con su personaje no justifique el poco interés que suscita su decadencia. Así las cosas, la película arrastra los pies como lo hace Tom Hardy, parodia del peor Marlon Brando a través del cual asistimos a la pesadilla que hierve en la cabeza del sanguinari­o gangster, que, neurosifil­ítico, recién salido de la cárcel y con zanahorias en lugar de puros colgando de sus labios, babea sus últimos suspiros en un palacio de cristal que ya no se puede permitir, y ni siquiera recuerda –o quiere llevarse el secreto a la tumba– dónde escondió los diez millones de dólares que todo el mundo busca desesperad­amente a su alrededor. Si no fuera porque Trank parece mostrar una insólita empatía por Capone, la película, extraña y torpe, acabaría durmiéndos­e entre su propio vómito.

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