Lujoso desenfado
Obra: «Benamor», de Pablo Luna. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Directores: J. M. Pérez-Sierra (música) y E. Viana (escena). Teatro de la Zarzuela. Madrid, 14-IV-21.
Se cierra con «Benamor» la trilogía de obras de Pablo Luna, tras «El asombro de Damasco» y «El niño judío», en la Zarzuela. Dos horas y 15 minutos, sin descanso, a pesar de los cortes efectuados pero con añadidos por otro lado. Mucho tiempo en pandemia y para las próstatas. Poner al día obras como la presente no es fácil. Enrique Viana recibió el encargo de afrontar el reto y lo hace con su desbordante imaginación y comicidad habitual. Dirige la escena, que cuenta con unos decorados lujosos de Daniel Bianco, de forma animada, aunque el final pesa algo y no acaba de redondear. Introduce, además de morcillas, dos monólogos que no guardan estrecha relación con el flojo libreto de enredos orientales pero que es con lo que mejor se lo pasa el público. Y de eso se trata. La partitura musical, más en la línea de la opereta o la revista que de la zarzuela, no reúne calidades especiales a pesar del éxito del que gozó hace cien años. Sobresale la conocida «Danza del fuego», bien coreografiada, la casi parodia de romanza españolista «País de sol» a cargo del tenor, y un dúo final. Pérez-Sierra dirige con eficacia y, de nuevo, la cuerda queda apagada frente a vientos y percusión. Los intérpretes cumplen con discreción y Viana es el factótum con tres personajes y los citados monólogos, muy aplaudidos cuando reclama que la zarzuela sea patrimonio de la humanidad. Decorados y vestuario son un lujo para una docena de funciones y luego otros cien años de oscuridad. Si quieren divertirse un rato huyendo de nuestra tristeza diaria, no lo duden, pero tampoco pidan más.