La Razón (Madrid)

El peligro de descubrir quién eres

- Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors José Aguado

EnEn los múltiples documental­es que ahora se hacen de deportes, muestran las órdenes de los entrenador­es antes de los partidos o en medio de ellos. Los veo con la esperanza de descubrir ahí la clave del éxito, esa frase con la que se cambia el destino y convierte una derrota en una victoria, pero resulta que lo que habitualme­nte se dice son máximas arrancadas de un mal libro de autoayuda: «Cabeza», «atentos», «creemos en nosotros». Espero que todo sea culpa de la labor de edición del documental porque yo los miraba con la intención de aplicar esas frases de éxito a mi hijo cuando se pone a estudiar matemática­s. Y es bastante decepciona­nte.

«Papá», me dice, «no sé cómo hacer una división con decimales» y yo le contesto: «Cabeza». «¡Papá!», se queja él. «Atento», le respondo rápido. «¿A qué?», pregunta ya totalmente desorienta­do. Ahí sacó el arma definitiva: «Cree en ti».

Vista la nota que sacó después, la que no debió creer fue la profe de matemática­s.

Nos bombardean con frases hechas, de palabras grandes y de buenos sentimient­os: «Hay que decir siempre la verdad», dicen quienes, supongo, nunca se han abierto un perfil en cualquier red social o han colgado una foto en Instagram. Y, sobre todo, en todas las series o películas de buenas intencione­s repiten: «Sé tu mismo» o «conócete a ti mismo».

No tengo tan claro que merezca la pena. En TikTok una usuaria llamada mattilathe­hun ha desvelado, en un vídeo que se ha hecho viral, que al no conocer a su padre biológico y como tenía muchas ganas, su novio le regaló un kit de una prueba de Adn.

No debieron pensarlo mucho o no debieron mirar los resultados de Google cuando se escribe prueba de Adn porque son desalentad­ores. Desde la joven que certifica que su padre no es su padre hasta el hijo único al que le muestran que tiene 30 hermanos porque su padre era un donante de esperma (sí, así paso mi fin de semana, oye cada uno se aburre como puede).

Bueno, cuando le llegaron los resultados, ella dijo con sorpresa a su chico: «Esto es bastante raro, soy pariente de alguien que tiene el mismo nombre que tú». Después de ese descubrimi­ento, no tuvieron más remedio que seguir indagando y llegaron a la conclusión de que eran primos terceros (que no sé muy bien qué es eso) e incluso que podían ser primos segundos. La relación duró cuatro meses más.

En una tira, Mafalda le lee a Felipe una frase de un libro: «Conócete a ti mismo». Y Felipe se emociona, «excelente», dice, «no voy a parar hasta conocerme», sigue durante un rato.

Hasta que se lanza llorando al hombro de Mafalda.

«¿Y si no me gusto?»

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Las pruebas de Adn dan más disgustos que certidumbr­es
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