La Razón (Madrid)

Rublev torpedea a Nadal

La poderosa derecha del joven ruso derriba al español (6-2, 4-6 y 6-2)

- POR F. MARTÍNEZ

El partido de Nadal contra Rublev en los cuartos de Montecarlo explicado en un par de gestos. Falló un revés el español y pegó un grito espectacul­ar como pocas veces se le ha visto. Se reprochó ese error. Después ganó el siguiente punto y soltó el clásico «vamos», pero al siguiente intento volvió a equivocars­e y golpeó con el puño la raqueta. No estaba equilibrad­o el español, posiblemen­te la cabeza más privilegia­da de la historia del deporte. Demasiadas cosas fuera de su control. Para empezar, lo que él hacía mal: muchas dobles faltas, hasta cinco en el primer set, y menos solidez de la habitual. Y después, la derecha de su rival, que también cuenta y que se estaba imponiendo. Qué forma de atravesar la pelota con ese golpe para moverla a cualquier zona: duro en el paralelo, poderoso en el cruzado, con ángulos, siempre bien metido en la pista... El triunfo del ruso (6-2, 4-6 y 6-2) se explica a partir de ahí, pero tuvo mucho más porque enfrente estaba el rey de la tierra.

Es muy difícil ganar a Rafa en esa superficie, pase lo que pase, se tengan las sensacione­s que se tengan. Las de Rafa no eran buenas al principio. Se lanzó el ruso a por el primer parcial y logró un break también en el arranque del segundo. Ahí fue cuando Nadal tuvo el momento narrado al comienzo del texto. Ese enfado lógico, pero extraño por lo inhabitual. Rafa puede enojarse, pero es complicado que se vaya del partido. Y lo hizo duro. Durísimo.

El nivel subió hasta cotas extraordin­arias. El español buscó más la zona del revés del ruso, cuando pudo, que no era fácil, cambió con alguna pelota alta y llevó el duelo al plano mental. Ambos jugadores disponían de pelotas de break (Rublev tuvo tres opciones de ponerse 5-2), hacían sufrir a su rival en cada saque. Algunas de esas bolas las salvaban de forma increíble. El choque entró en modo carnicería. Todo al límite, porque no se arrugó Rublev. Le seguía arreando el tenista entrenado por Fernando Vicente y en ese duelo a pecho descubiert­o fue remontando el once veces ganador en Montecarlo. Primero igualó la rotura y después se llevó el parcial con uno de esos golpes en carrera que suelen cambiar la dinámica de los encuentros.

Ya estaba. Ya parecía que estaba, mejor dicho. Eso casi contra cualquiera. Con el Rublev que había en la pista, no. Es un tenista fantástico al que a veces los nervios le traicionan, pero esta vez estuvo siempre sereno. Respondió a la exigencia en modo campeón, siguió taladrando con su derecha, pero es que también se supo defender de las embestidas del manacorens­e. Nadal perdió el partido cuando parecía que había entrado en su terreno preferido, donde no suele fallar. Tres breaks para comenzar el último parcial contribuye­ron a la locura, pero el ruso fue de hielo y rotundo. En Montecarlo ya no están ni Djokovic ni Rafa.

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AP Nadal se desesperó por momentos en su partido contra Rublev

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