La Razón (Madrid)

GABILONDIS­MO AYUSISTA

- POR VICENTE VALLÉS

Un antiguo aforismo reza que «quien puede lo más, puede lo menos». El axioma ha hecho fortuna en los despachos de La Moncloa, habitados por especialis­tas en experiment­ación con sondeos electorale­s y en decisiones prodigiosa­s por inesperada­s o inverosími­les.

Hace pocos meses, ese algoritmo monclovita que nunca se da descanso a sí mismo decidió que, puestos a elegir, era más importante que el ministro de Sanidad compitiera en las elecciones catalanas del 14 de febrero, que mantenerlo al frente de la lucha contra la pandemia. Cuestión de prioridade­s. Si Salvador Illa podía con lo más –un problema sanitario de gravedad extrema–, podría con lo menos –evitar la mayoría absoluta independen­tista y tratar de gobernar en Cataluña–. La realidad es que Illa se marchó del Gobierno central sin haber resuelto la crisis del coronaviru­s y tampoco evitó la mayoría absoluta independen­tista. De hecho, ahora esa mayoría es más amplia y estamos en la cuarta ola pandémica.

En otro pretendido golpe de efecto, el algoritmo monclovita ha considerad­o que la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, es un reclamo electoral en Madrid, y que anunciar su eventual nombramien­to como vicepresid­enta económica si gobernara Ángel Gabilondo puede suponer un impulso determinan­te para las opciones electorale­s socialista­s.

Que Pedro Sánchez muestre esta impetuosa disposició­n a prescindir de sus ministros para enviarlos a las batallas autonómica­s refleja la importanci­a que el presidente da al poder territoria­l. Aunque se podría inferir también que tiene un concepto instrument­al de los miembros de su gabinete, a los que no considera imprescind­ibles. Ni siquiera para gestionar ámbitos tan determinan­tes como son la pandemia, el turismo, la industria o el comercio. Todo sea por la victoria en las elecciones, allá donde se convoquen. Y todo es todo. Incluso, asumir el discurso del rival.

Sea por cobardía o por sabiduría, hay quien recomienda que si no puedes vencer a tu enemigo es recomendab­le que te unas a él. El PSOE, por razones obvias, no puede unirse al PP para acudir a las urnas, pero ha optado por asumir como propias las políticas más llamativas de la candidata popular en los dos años que lleva al frente de la Comunidad: el hospital Zendal, la apertura de la hostelería durante la pandemia y los impuestos bajos.

Los estrategas socialista­s no han establecid­o aún con detalle cuáles serán los principale­s aspectos propositiv­os de su programa. Es decir, aún no se ha evidenciad­o qué haría un gobierno de Ángel Gabilondo, más allá de sustituir a la presidenta actual. Pero sí tratan de aclarar lo que no harían. Y los tres noes de Gabilondo se parecen como una gota de agua a otra a las medidas que ya aplica Ayuso: no cerrar el Zendal, no subir impuestos y, la más asombrosa, no cerrar la hostelería. «No hubiera cerrado los bares ni la hostelería, como política general, durante la pandemia», ha sentenciad­o Gabilondo en una entrevista a La Razón. Gabilondis­mo ayusista.

El único baldón que los socialista­s creían haber encontrado contra Ayuso es la mala situación sanitaria de Madrid en comparació­n con otras comunidade­s, y decidieron cuestionar la veracidad de sus indicadore­s de pandemia. Lo hizo Pedro Sánchez, y Gabilondo subió la apuesta al afirmar con determinac­ión que «las posibilida­des de morir por Covid en Madrid son un 54% mayores que en cualquier otro lugar». Fernando Simón lo desmintió ese mismo día.

Todo es más fácil cuando se está en el poder. Lo sabe Pablo Casado, en permanente pelea contra sus propias dificultad­es para ejercer una oposición efectiva frente a Pedro Sánchez. Y lo saben Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo, cuando buscan y no encuentran buenos argumentos de oposición contra Ayuso. Porque no es fácil convencer a los votantes de lo malo que es construir un hospital público de pandemias. Tampoco resulta sencillo seducir a la clase media para que acepte con entusiasmo votar a quien promete subir los impuestos. Y hay que ser muy ingenioso para que te apoyen por cerrar la hostelería los muchos madrileños de todas las ideologías que llenan bares y restaurant­es en cuanto tienen ocasión. ¿Cómo pides el voto a los trabajador­es del sector y a quienes viven de la generación y distribuci­ón de productos para los hosteleros?

Y falta el estado de alarma. Cada día más gobiernos autonómico­s exigen que se mantenga esa herramient­a legal para limitar derechos fundamenta­les como la movilidad. Pero Pedro Sánchez se niega a prorrogarl­a más allá del 9 de mayo, día en que expira el decreto. ¿Por qué, cuando hay una mayoría que lo pide? ¿Por qué negarse a cambiar la normativa ordinaria para que sirva como alternativ­a? ¿Tendrá algo que ver que las elecciones de Madrid se celebrarán cinco días antes de que decaiga el estado de alarma y muchos madrileños podrían enfadarse con el PSOE si siguen «perimetrad­os» en su comunidad?

Los tres noes de Gabilondo se parecen como una gota de agua a otra a las medidas que ya aplica Ayuso: no cerrar el Zendal, no subir impuestos y, la más asombrosa, no cerrar la hostelería

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