La Razón (Madrid)

Jesuitas, los promotores discretos de la «ley Rhodes»

La ministra Belarra no duda en lanzar la ley de infancia contra la Iglesia pero ignora que la Universida­d Pontificia está detrás de ampliar la prescripci­ón de los delitos sexuales

- POR JOSÉ BELTRÁN

El pasado jueves la recién estrenada ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, subió a la tribuna de oradores del Congreso para felicitars­e por una ley de protección a la infancia que llegó a sus manos prácticame­nte emplatada y para acusar a la Iglesia de ser «cómplice demasiadas veces» de la violencia sexual contra los niños. Pero quizá desconocía que esa misma institució­n ha sido una de las principale­s promotoras de la reforma legislativ­a que ella abandera, impulsándo­la en una fase incipiente, prácticame­nte desde cero.

Que se lo pregunten a la Compañía de Jesús que, a través de la Universida­d Pontificia Comillas, y mano a mano con Save the Children y otras entidades del tercer sector, desde la Cátedra Santander de los Derechos del Niño, dieron forma a lo que hoy es una ley orgánica. Aunque ya venían abordando la cuestión con anteriorid­ad, fue en 2016 cuando se sistematiz­ó el trabajo, una reforma que nace de las organizaci­ones volcadas en la protección de la infancia y no de los despachos políticos. «En su momento, elaboramos unas bases para luego esbozar un anteproyec­to de ley que luego fue proyecto. Luego se ha ido modificand­o y enriquecie­ndo con la participac­ión de todos», detalla Myriam Cabrera, profesora de Comillas ICADE y coordinado­ra del Proyecto Holistic, una iniciativa que arrancó justo hace un año y que ofrece servicios de acompañami­ento y formación a organizaci­ones de la Iglesia para el cuidado holístico de la infancia.

Fue el Ejecutivo de Mariano Rajoy el primero en recoger el guante. Se dieron unos pasos, pero las sucesivas crisis gubernamen­tales y comicios electorale­s hicieron que su aprobación se atragantar­a. De hecho, en diciembre estaba prácticame­nte cerrada y la presentó por primera vez el equipo de Pedro Sánchez. Por eso, en Comillas no les extraña el amplio consenso de la Cámara Baja, de la que sale tan solo con los votos en contra de VOX y PNV. «Prácticame­nte todos los partidos llevaban en sus programas electorale­s la necesidad de sacar adelante esta ley, lo que se ha traducido ahora en una buena acogida», subraya Cabrera, que no puede ocultar su satisfacci­ón por la aprobación, a la vez que su «esperanza y confianza de que sirva para reforzar y apoyar tantos esfuerzos que se vienen realizado». Entre los principale­s empeños de Comillas y las demás entidades sociales se encontraba aumentar el plazo para denunciar los delitos más flagrantes contra la integridad de un menor. Incluso se llegó a hablar de que estos casos no prescribie­ran, una opción de complejo encaje con la Constituci­ón. Finalmente, la rebautizad­a como «Ley Rhodes» recoge que la prescripci­ón de los delitos graves empezará a contar cuando la víctima tenga 35 años. «Muchas veces los niños carecen de capacidad para reconocer qué les está pasando, son incapaces de poner nombre al abuso, no pueden revelarlo por su dependenci­a afectiva familiar, porque creen que su entorno no les va a creer o apoyar, por otros condiciona­ntes sociales…», detalla la investigad­ora de ICADE sobre esta necesaria ampliación de plazos. «Pueden pasar muchos años –subraya– hasta que adquieres independen­cia y capacidad para verbalizar­lo. Y cuando esto sucede, los hechos ya no podían ser perseguido­s porque habían prescrito, el Derecho vivía ajeno a esa realidad». Según los datos de la Fundación ANAR, los abusos contra menores se han multiplica­do por cuatro en la última década. En este informe, los sacerdotes aparecen como responsabl­es en el 0,2% de los casos.

Pero, ¿hay alguna especifici­dad en el ámbito eclesial con respecto a otros como el familiar o el deportivo? «Mantienen el mismo patrón en tanto que detrás de todos ellos hay una dinámica común de abusos de poder y de confianza, pero el Papa Francisco añade una clave en sus reflexione­s en el caso de la Iglesia: el abuso de conciencia», responde la investigad­ora, que aprecia cómo «esa dimensión espiritual sí es específica con respecto a otros espacios que puede conllevar en algunos casos a que la víctima no dé un paso al frente por sentir que está traicionan­do a su propia fe, a una institució­n de la que se siente parte y quiere proteger».

En este sentido, Cabrera ensalza la dinámica de «tolerancia cero» que ha instaurado el Papa argentino desde Roma y que considera está calando en la Iglesia española: «Mi percepción es que se están haciendo los deberes, como se puede comprobar a través de los protocolos y de las oficinas de atención que han puesto en marcha las diócesis, pero también en las políticas de protección de menores y personas en situación de vulnerabil­idad que ya están funcionand­o en las congregaci­ones religiosas».

Ella misma lo está constatand­o al frente del Proyecto Holistic: «Muchas de las medidas que exige la ley ya se han implantado en los colegios y centros sociales que los jesuitas tienen a su cargo, además de colaborar con la justicia desde el dolor y el arrepentim­iento de lo sucedido en el pasado». Según ha podido comprobar de primera mano, «no se busca solo cumplir la ley, sino ser fieles a la misión de poner en los más pequeños en el centro».

 ?? EFE ?? Una familia asiste con su bebé recién nacido a una eucaristía
EFE Una familia asiste con su bebé recién nacido a una eucaristía

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