La Razón (Madrid)

La infanta titular y la suplente

Pese a ser la segunda heredera al trono, Luisa Fernanda nunca fue reconocida

- POR JOSÉ MARÍA ZAVALA

El 29 de marzo de 1830, consciente de que la reina María Cristina de Borbón estaba al fin embarazada, su esposo Fernando VII se había apresurado a restablece­r la Ley de Partida con la Pragmática Sanción, dejando así sin efecto la Ley Sálica de Felipe V para que su sucesor, fuese hembra o varón, pudiese reinar. Con La Ley Sálica en vigor, los derechos sucesorios pasaban automática­mente a la muerte de Fernando VII a su hermano menor, Carlos María Isidro. Por esa razón, y para que la Corona de España quedase en su línea descendien­te directa, el monarca promulgó la Pragmática Sanción sin esperar a conocer el sexo de su hijo, que resultó ser al final la futura Isabel II.

La provocador­a medida de Fernando VII acrecentó el odio entre los partidario­s liberales de Isabel II y de su madre, y los absolutist­as del llamado Carlos V, con el consiguien­te estallido de las guerras carlistas. Así estaban las cosas cuando la reina María Cristina volvió a quedarse embarazada por segunda vez en la primavera de 1831, resurgiend­o las divisiones entre quienes anhelaban la llegada de un varón para zanjar las disputas sucesorias y los partidario­s de don Carlos, recelosos de que un heredero masculino frustrase para siempre las aspiracion­es del infante a la Corona.

El doctor Asso Travieso regresó en noviembre a Santander en busca de dos amas de leche, escogiendo finalmente a María del Cobo y a Ramona Alonso. Por segunda vez renació la esperanza sucesoria en Fernando VII, que escribió ilusionado a su secretario Grijalva: «Tu ama sigue con sus ascos y ganas de vomitar, y está muy agradecida a las oraciones de Nuestra Señora de Valverde». María Cristina insistía también en la eficacia de las plegarias a esa Virgen, de la cual se declaraba asimismo devoto su esposo, como reconocía a su secretario en esta otra carta: «Tu ama me te diga que, ya que vas a Fuencarral, no te olvides de la Virgen de Valverde... Tu ama sigue muy bien; pero se le ha puesto en la cabeza que va a malparir, por ciertos dolorcillo­s...». La Virgen de Valverde escuchó finalmente sus ruegos: a las dos y media de la tarde del 30 de enero de 1832, nació felizmente la infanta Luisa Fernanda. A falta de un varón, el destino sembró otra vez la discordia dinástica, mientras la salud del monarca empeoraba. Con cuarenta y siete años, Fernando VII se movía ya torpemente a causa de la gota que le torturaba y que al año siguiente le llevó sin remedio a la tumba. Luisa Fernanda se convirtió así, desde su nacimiento, en un recambio para la Corona que, tras la regenencar­ga cia ocupada por su madre María Cristina durante siete largos años, ciñó en sus sienes su hermana mayor Isabel II. Luisa Fernanda era una princesa de Asturias de facto, en calidad de segunda heredera del trono, aunque jamás fuese declarada oficialmen­te como tal.

Desde pequeñas, tanto Luisa Fernanda como Isabel sufrieron el distanciam­iento de su madre, casada al principio en secreto con un ciudadano cualquiera: el guardia de corps Agustín Fernando Muñoz. Las dos hermanitas crecieron así juntas, convirtién­dose en cómplices de numerosas confidenci­as. De ojos azules y algo rolliza, Isabel era muy sociable, alegre y apasionada; Luisa Fernanda, en cambio, tenía la mirada oscura y era tímida y retraída, con una tendencia innata a la sumisión, como si presinties­e ya desde el principio que sería siempre «la infanta suplente».

En 1868, destronada Isabel II por la revolución Gloriosa, se produjo una honda división entre los revolucion­arios, que hasta entonces habían estado unidos por su oposición frontal a la reina. Las disputas entre republican­os y monárquico­s fueron intensas. Entre los candidatos de estos últimos figuraba Antonio de Orleáns, desposado con la infanta Luisa Fernanda y apoyado sin condicione­s para ser rey por sus partidario­s, conocidos con el nombre de «montpensie­ristas».

Enemigos muy poderosos

El duque de Montpensie­r tenía también enemigos muy poderosos que se oponían a su ascensión al trono. Entre ellos, el general Juan Prim, el político más influyente de la época. El duque no tuvo más remedio que acatar el resultado de la votación de las Cortes para elegir nuevo monarca, hecho público el 16 de noviembre de 1870, que fue el siguiente: Amadeo de Saboya (191 votos), los republican­os (60 votos), el duque de Montpensie­r (27), Espartero (8), Alfonso de Borbón, primogénit­o de Isabel II (2), y 198 votos en blanco. Y con su derrota, perdió también la infanta Luisa Fernanda.

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Luisa Fernanda e Isabel (izquierda) fueron fruto del matrimonio entre Fernando VII y María Cristina de las Dos Sicilias

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