La Razón (Madrid)

El canto del cisne de las Comunidade­s

Se cumplen 500 años de la derrota de los comuneros en la batalla que marcó el fin de la Castilla medieval

- POR ÀLEX CLARAMUNT SOTO DESPERTA FERRO EDICIONES

Calificada por autores como José Antonio Maravall y Joseph Pérez como la «primera revolución moderna», la Guerra de las Comunidade­s se tradujo para la Corona de Castilla en el tránsito de la Edad Media a la época Moderna. Los intereses dinásticos del nuevo monarca, el borgoñón Carlos de Gante, chocaron de pleno con los de una sociedad dinámica en la cual distintos sectores sociales, apartados hasta entonces del poder político, buscaron el modo de expresar y promover sus intereses, no siempre concordant­es. En la rebelión comunera confluyero­n aspiracion­es de lo más variopinta­s, algunas de carácter reformista, que pretendían devolver la corona a la senda de racionalid­ad fiscal de los Reyes Católicos; otras, abiertamen­te revolucion­arias, como las de los campesinos que se alzaron contra sus señores, y unas y otras contrarias al poder absoluto, pues, como advertía Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza, condestabl­e de Castilla, a Carlos I, en septiembre de 1520: «[...] como los pueblos van gustando de libertad, hallanse tan bien con ella que si v. m.t tarda, quando quiera remediallo no podra».

Varios eran los agravios que denunciaba­n los comunes castellano­s, que afirmaban, en un manifiesto publicado en Valladolid el 26 de septiembre de 1520, que «metidos extranjero­s en la governacio­n de los dichos rreynos tan sin piedad fuesen despojados y tiranizado­s dellos en tanto deservicio de sus magestades­ydaño particular y general de todos». La unión de las ciudades castellana­s perseguía revertir dichos males, y la Santa Junta era el órgano que se juzgó más a propósito para ello: «Desta manera las cibdades e villas e comunidade­s deste Reyno se hazen muy fuertes y poderosas, y se guardaran sus leyes y fueros no consintien­do que se quebranten».

La revuelta social que acontecía en paralelo y sus consecuenc­ias fueron temidas en particular por el estamento nobiliario. Así, los jurados de la ciudad de Granada, leal al rey, reprocharo­n a sus homólogos comuneros que «los efetos que de aquella [rebelión] se an seguido an seydo levantamie­nto de pueblos gran desasosyeg­o tumultos escándalos muertes derribamie­ntos de casas daños de hasiendas los tratantes e mercaderes y labradores y oficiales dexados e perdidos sus tratos e oficios puestos en armas y en batallas». La subversión social deviene, en las misivas del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Velasco, la principal amenaza para el interés general: «Al Reino no le combenia que estubiesse gente junta consideran­do que los labradores dexaban de arar i sembrar, los artífices de obrar, los mercaderes de tratar». En su vertiente militar, el conflicto vio cómo formas de organizaci­ón heredadas del medievo coexistían con las más novedosas armas, los cañones de asedio, la disputa por cuya posesión precipitó los acontecimi­entos. Las tropas comuneras de Juan de Padilla se hicieron con un número considerab­le de piezas, varias de ellas de elevado calibre, como las llamadas San Francisco, Serpentina y Culebrina. En total, según Adriano de Utrecht, el tren comunero que entró en acción contra el castillo de Torrelobat­ón estaba formado por «seys piezas gruesas y cinco falconetes con setenta barriles de polvora, quinientas o seyscienta­s pelotas y treynta otras pelotas de piedra». La Guerra de las Comunidade­s no fue ajena a la llamada «Revolución militar».

Abrazar la causa

A la postre, sin embargo, la alta nobleza abrazó la causa carolina y su esfuerzo permitió vencer a los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521. Los capitanes Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado fueron ejecutados al día siguiente. Mientras eran conducidos en sendas mulas a la plaza mayor de Villalar, un pregonero anunciaba: «Mándanlos degollar por traydores y alborotado­res de pueblos, y usurpadore­s de pueblos», a lo que Bravo replicó: «Mientes tú y aun quien te lo manda decir: traydores no, mas zelosos del bien publico sí, y defensores de la libertad del Reyno». Por su parte, Padilla interpeló a este: «Señor Juan Bravo, ayer era dia de pelear como caballeros, y oy de morir como Christiano­s». Comenzaba entonces, para una Castilla que veía a su monarca coronado sacro emperador y que conquistab­a en las Indias el imperio mexica, una nueva etapa de su historia en la que, a costa de su efervescen­cia política, iba a convertirs­e en el núcleo y principal sostén de la monarquía europea y universal de los Austrias.

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Doña María Pacheco, última líder comunera, recibe las noticias de la derrota de Villalar y de la ejecución de su marido, Juan de Padilla
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«CASTILLA CONTRA CARLOS V. LA GUERRA DE LAS COMUNIDADE­S» Desperta Ferro Historia Moderna nº 51 68 páginas, 7 euros

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