La Razón (Madrid)

Una Copa a la salud de Messi y Koeman

El Barça conquista un nuevo título en su temporada más difícil tras pasar por encima de un rival intimidado, que pierde su segunda final consecutiv­a

- POR FRANCISCO MARTÍNEZ

El Barça empezó el curso mirando a Messi y su futuro, pasó por dudas, por terremotos que seguro que volverán en Liga, pero no lo va a cerrar en blanco. El futuro de su estrella sigue en el aire, pero su estrella ahora sonríe. De oreja a oreja lo hizo ayer tras terminar de ejecutar la final de la Copa del Rey, que fue un monólogo del conjunto azulgrana ante un rival irreconoci­ble. Como contra la Real Sociedad, el Athletic no fue el Athletic, le faltó fútbol, agresivida­d y físico y no tuvo ninguna posibilida­d de levantar el trofeo, aunque hasta la segunda parte no lo desbordaro­n. Cuando lo logró el Barcelona, hizo mucho daño y los goles fueron cayendo uno tras otro. Hasta cuatro. Messi se divirtió al lado de Griezmann o de De Jong, el hombre del partido, y Koeman tiene un argumento más para quedarse la temporada que viene y seguir construyen­do un equipo que pueda competir también contra los mejores de Europa, ya se verá si con Leo al lado o no.

Y eso que se marchó el Barcelona al descanso con un sí, pero... Porque estaba siendo mejor en todos los sentidos menos en uno: el resultado. Arrancó el encuentro y la primera posesión duró dos minutos. Toda una demostraci­ón de intencione­s. A los cinco, De Jong disparó al palo y el Athletic apenas lograba salir de su campo. Tiraba balones largos para que corriera Iñaki Williams, pero no lo hizo por primera vez con ventaja hasta casi el descanso. Antes, Piqué le podía todas las veces. Iba con

ventaja el central y se adelantaba siempre o cuerpeaba antes de que el delantero pudiera arrancar. Tuvo una fantástica reaparició­n, impecable. Todo era originado por la presión después de pérdida de sus compañeros, que obligaba a los jugadores rojiblanco­s casi a quitarse la pelota de encima. Todos esos centros largos o todos los rebotes iban a los que ayer vestían de amarillo como si tuvieran un imán. Apretó mucho el Barcelona en la primera media hora: llegaba Dest por la banda derecha, recibía cómodo De Jong entre entre líneas, también Pedri, recuperaba pronto Busquets... La orquesta sonaba bien y el concertino, es decir, Messi también encontraba algunos pases filtrados y se movía o bien más adelante o bien o más atrás para ayudar en la creación. Leo tuvo otra buena ocasión tras una combinació­n con Mingueza. Estaba demasiado cómodo el conjunto de Koeman, pero poco resolutivo. Estaba esperando su oportunida­d el Athletic, que llegó en una acción a balón parado que Iñigo Martínez remató y no entró por poco. «Hay que seguir las marcas», se oía desde el banquillo del Barcelona en este fútbol pandémico en el que todo se oye. Se fueron apagando los catalanes poco a poco y en el último cuarto de hora ya dominaron, pero sin tanto peligro. A su favor estaba el desgaste físico de su rival, que corrió mucho detrás de la pelota. En su contra, el desgaste mental, porque pese a todo, el encuentro estaba como empezó.

No cometió el pecado de otras veces el equipo de Koeman, acostumbra­do a no aprovechar su momento y después sufrir. Pero en esta ocasión ni se paró a pensar en ello y lo que hizo fue salir todavía con más intención. Griezmann también se movía por la zona peligrosa. No puso un referente Koeman, no había delantero y tanto el francés, como Pedri, como Leo como De Jong podían recibir. El francés se abría a banda, se venía al centro... El apretón no tuvo resultado antes porque Unai Simón detuvo con el pie dos clara oportunida­des de Griezmann y Busquets. El tanto estaba tan cantado que el canterano, al ver el despeje del portero, se quedó tumbado en el suelo como diciendo: «No me lo creo».

Pero los centrales siguieron haciendo su gran trabajo de vigilancia atrás y el equipo continuaba tirado hacia delante. Griezmann por fin su encontró la red en una acción en la que Leo se escapó y Dest creó el espacio para que De Jong asistiera. Después él fue el finalizado­r para completar un partido espectacul­ar. Messi estaba en todas también y acabó logrando dos goles, como siempre en las finales (cuatro) contra el Athletic, el último en la clásica jugada con Jordi Alba. El quinto se lo anularon a Griezmann.

Celebra la Copa el Barcelona como si pudiera ser el principio de algo. El tiempo lo dirá.

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Messi levanta el trofeo de la Copa del Rey, que recibió de manos de Felipe VI
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EFE

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