Vuelta a las raíces
El ser humano tiene una necesidad innata de celebrar las ocasiones con cifras redondas. Los veinticinco años, bodas de plata, cincuenta para las de oro… También el vino, como todo lo humano, necesita bodas, ya sean de sangre o las bíblicas de Canaá. Porque no somos nada si renegamos de nuestras raíces. Así, en un claro homenaje a sus orígenes en Pedrosa de Duero, corazón de la Ribera, Pago de los Capellanes nos brinda con Doroteo, vino fino y elegantón donde los haya. El abuelo que amó como nadie el viñedo ha creado una saga de respeto al vino de marchamo eterno.
Cinco años de maduración ahorman este ejemplar dominado por la hondura, entrelazándose la profundidad y su peso con notas de finura, elegancia y armonía. Del mismo modo que se entroncan las raíces en la tierra. El vino es pura cepa, la necesidad de volver a la tierra, en directa extensión del viñedo hacia la felicidad de la copa.
Todo el que hace vinos, como el que los ama, sabe que la modernidad es una excusa para acabar inevitablemente volviendo atrás. Nada mejor que el centenario del viñedo y el reencuentro con este manojo especial de botellas donde, más que beber, nos zambullimos en nuestras raíces, esos majuelos donde todo nace y que duermen su intimidad en crianza francesa que les da caché. Porque, al fin y al cabo, la exclusividad es la vuelta a los orígenes.