La Razón (Madrid)

Pedro Sánchez se empacha de resilienci­a

Sánchez se refugia en la resilienci­a para eludir por ahora los detalles últimos de cómo se utilizaría­n los 70.000 millones que el Gobierno espera recibir de la Unión Europea, que sí exigirá conocer los planes concretos para entregar el dinero

- JESÚS RIVASÉS

PedroPedro Sánchez es probable que lo ignore, pero su contumacia en presentar una y otra vez –eso sí, de formas diferentes– el Plan de Recuperaci­ón y Resilienci­a no es original. José Borrell, exministro de Exteriores y vicepreide­nte de la Comisión Europea, anunció, con todo tipo de detalles, no menos de una docena de veces un plan de carreteras cuando ocupó el Ministerio de Obras Públicas entre 1993 y 1996, con Felipe González en la Moncloa.

El presidente del Gobierno es perservera­nte y volverá a presentar el plan de ayudas europeas, por lo menos una vez más, cuando logre el visto bueno definitivo de Bruselas y quizá otra cuando lleguen los primeros fondos de los 140.000 millones anunciados. Sánchez, sin embargo, a pesar de manejar un documento de 211 páginas, que enuncia 212 medidas, de las que 102 serían teóricas reformas, no da detalles y casi todo se reduce a una serie de afirmacion­es generalist­as con las que puede estar de acuerdo cualquiera. Todo adornado de la palabra de moda para algunos, «resilienci­a», que aparece 191 veces en las poco más de 200 páginas del documento. Todo un empacho de un vocablo cuyo significad­o no es quizá obvio para la mayoría y que el diccionari­o de la Real Academia define en primer lugar como la «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbado­r o un estado o situación adversos». La Academia también ofrece otra acepción: «Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbaci­ón a la que había estado sometido». Cualquiera es válida para la situación actual, pero su repetición hasta el hartazgo tampoco aporta nada.

Sánchez se refugia en la resilienci­a porque, pendiente de las autoridade­s de Bruselas, no puede ofrecer más detalles pero tampoco puede resistir la tentación de vender su mercancía, aunque las television­es, siempre sensibles a los datos de las audiencias, han detectado que desde hace algún tiempo el presidente aleja a los televident­es.

El Plan de Recuperaci­ón del Gobierno es un pastiche de promesas, negociadas con Bruselas por la vicepresid­enta Nadia Calviño, que será la verdadera artífice de que lleguen a España unas ayudas que tienen condicione­s que es probable que hagan saltar las costuras de la coalición gubernamen­tal. Yolanda Díaz, designada heredera más o menos de Pablo Iglesias, es más prudente que el líder de Unidas Podemos, pero sus propuestas chirrían con lo que ha podido hablar Calviño en Bruselas.

La Comisión Europea, que preside Ursula von der Leyen, aprobará al final el plan que presente España de forma global. Ese es el objetivo de Sánchez ahora para lanzar las campanas al vuelo. Luego comenzará un largo proceso en el que es probable que España tenga que demostrar que cumple las condicione­s y, además, desgranar con detalle cada uno de los proyectos para que empiece a llegar el dinero, algo que no ocurrirá, en el mejor de los casos, hasta avanzado el segundo semestre. Hay en juego, de momento, 70.000 millones en subvencion­es que, como insiste el inquilino de la Moncloa son una gran oportunida­d, pero que hay que aprovechar. La Administra­ción española ha tenido dificultad­es históricas para utilizar los fondos europeos a su disposició­n y podría volver a repetirse. Los otros 70.000 millones hasta completar los 140.000 son préstamos y todo indica que habría que contabiliz­ar como deuda. Eso complicarí­a o retrasaría su llegada, aunque también actuarían como una especie de seguro ante lo inesperado, es decir, un posible «rescate» si fuera necesario.

La resilienci­a de Sánchez deja abiertas muchas incógnitas, porque a la vaguedad de los planes, se añade cómo afrontará el Gobierno las condicione­s de Bruselas de reformar el mercado laboral, el sistema de pensiones y la fiscalidad. Todo apunta que Calviño ha hecho y hace equilibrio­s para cuadrar un sudoku diabólico. Hasta ahora apenas ha trascendid­o nada de las negociacio­nes, pero el pacto con la Unión Europa para la llegada de los 70.000 puede ser también, con la excusa de sus condicione­s-exigencias, el primer paso hacia unas elecciones anticipada­s antes de que empiecen los recortes y sacrificio­s, que llegarán. Mientras tanto, empacho de resilienci­a de Sánchez.

Calviño ha hecho y hace equilibrio­s en Bruselas para despejar la aprobación de las ayudas europeas a España»

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