Ecuador mueve a la derecha la frágil balanza de América Latina
La victoria de Lasso en un feudo de la izquierda bolivariana da oxígeno al antichavismo
Por primera vez en 18 años un candidato presidencial en Ecuador ganó las elecciones de su país sin afiliarse a partidos de izquierda, con un mensaje identificado con «la derecha», el liberalismo económico, el impulso del sector privado y sin la narrativa anquilosada de la izquierda latinoamericana, marcada por los impactos del castrismo primero y del chavismo después.
El ahora presidente electo de Ecuador, que obtuvo más del 52% de los votos frente a su adversario de izquierda, Andrés Arauz, rompió el molde político en Ecuador. Su antecesor, Lenín Moreno, llegó a la primera magistratura en los hombros de Rafael Correa, de quien había sido vicepresidente. Durante su gestión no solo se alejó de él sino que avaló investigaciones judiciales en su contra. Ahora el correísmo recibió una gran derrota.
No obstante, no se espera que Lasso brinde un giro radical al neoliberalismo. Primero porque no ha estado en su discurso ni sus promesas, y segundo porque la pluralidad del país, expresada en las elecciones parlamentarias, impondrán la moderación: la izquierda es mayoritaria en el Congreso, con la bancada correísta siendo la minoría más grande.
«Cuando ves los resultados de la primera vuelta te das cuenta que tres de cada cuatro ecuatorianos votaron hacia la izquierda, que estuvo dividida en esa primera vuelta en tres bloques que no son homogéneos y no pueden unirse, pero si analizas el tema electoral te das cuenta que hay muchos más votos hacia la izquierda», apunta Carmen Beatriz Fernández, esecialista en marketing electoral y profesora en la Universidad de Navarra. A su juicio, la campaña de Lasso fue inteligente pues evitó el marco de referencia derecha-izquierda, planteando uno pasado-futuro.
Ecuador, como la mayoría de los países en la región, tiene enormes problemas de pobreza e inequidad, y las políticas de cualquier gobierno que pretenda ser exitoso debe incluir un profundo componente social, «que es ineludible», ineludible», dice Fernández.
El politólogo venezolano Carlos Romero advierte de que América Latina está oscilando entre gobiernos reformistas y liberales y que el mosaico de la región es mucho más diverso: «Vemos los casos de Argentina, México, y la de algunos países que defienden el socialismo del siglo XXI, como Venezuela o Nicaragua, por lo que estamos viendo un diagrama mucho más diverso». En ese sentido cree que Lasso representa un centro político importante.
Es más, está la expectactiva de cómo serán sus relaciones con la izquierda ecologista que representa Yaku Pérez, a quien derrotó por muy estrecho margen en la primera vuelta y quien después llamó a votar nulo, dando como resultado un histporico 17% para la opción «ninguno».
El triunfo de Guillermo Lasso en Ecuador contrasta con lo ocurrido, el mismo fin de semana, en Perú, donde el candidato de izquierda radical Pedro Castillo se alzó con una inesperada victoria en la primera vuelta electoral. El balotaje será frente a la derechista Keiko Fujimori, a quienes sectores disímiles comienzan a apoyar como representante de «el mal menor». Enter ellos, el Nobel Mario Vargas Llosa.
En Bolivia, entretanto, el partido de Evo Morales perdió el mismo domingo las elecciones regionales en buena parte del país, incluso en territorios donde el apoyo al expresidente boliviano era sólido. La victoria de Guillermo Lasso fortalece a la derecha en América Latina, que está representada por presidentes como Jair Bolsonaro en Brasil;
Perú concentra ahora la atención con la segunda vuelta entre el radical Pedro Castillo y Keiko Fujimori, el «mal menor»
Lasso ya ha desconocido al Gobierno de Nicolás Maduro y ha anunciado la regularización de los venezolanos desplazados
Iván Duque en Colombia; Luis Lacalle Pou en Uruguay; Sebastián Piñera en Chile; y Mario Abdo en Paraguay. Mientras tanto, la izquierda es defendida por Luis Arce en Bolivia; Alberto Fernández en Argentina; Daniel Ortega en Nicaragua; Luis Manuel López Obrador en México; y Nicolás Maduro en Venezuela.
Pero no todo está cantado en el continente. Tan solo en los próximos meses el mapa pudiera seguir cambiando. No solo co la segunda vuelta electoral en Perú, el 6 de junio, sino con las elecciones presidenciales en Chile, Honduras y Nicaragua, que están programadas para noviembre. En Colombia, las presidenciales están pautadas para 2022.
El manejo de la pandemia y lo que ya está siendo calificado como una «triple crisis» regional -económica, social y sanitariaserá determinante en esos escenarios por venir. Además, en algunas naciones el peso de los «grandes caudillos», como Lula da Silva en Brasil (que tiene camino libre ahora para volver a ser acndidato) o Álvaro Uribe en Colombia, considerando que su delfín Iván Duque no puede relegirse. En todos los casos, el fantasma de la izquierda fracasada, con NIcolás Maduro y Venezuela a la cabeza, seguirá marcando decisiones electorales de sus pueblos. No en vano, de las primeras medidas anunciadas por Lasso para su gobierno por comenzar ha sido desconocer la legitimidad del gobernante chavista y anunciar regulación migratoria para los desplazados venezolanos, que se cuentan por cientos de miles. Colombia y Perú son los países con más migrantes que huyeron del socialismo del siglo XXI.
Una mención aparte corresponde a Miguel Díaz Canel en Cuba. Por una parte, en la isla nada depende del electorado. Por la otra, el castrismo va más allá de un apellido. Con el retiro del casi nonagenario Raúl Castro de la jefatura del Partido Comunista -una posición oconsiderada más poderosa que la misma presidencia del paísel politburó aún no estará ocupado por jóvenes ansiosos por cambios sino por líderes de mediana edad, forjados por los guerrilleros históricos. Y aún quedan en ejercicio ministros de la «generación de los líderes rebeldes». De hecho, la era «poscastrista» está marcada por mayores libertades económicas. Entretanto, las alianzas internacionales se hacen menos rentables debido a la precarización de la «hermana» Venezuela donde, la despedida de Raúl no ha movido un ápice la discusión política.