La Razón (Madrid)

El Bernabéu del siglo XXI

- POR EDUARDO INDA

DecíaDecía el desternill­ante Ramón Mendoza, tipo genial donde los hubiera, que «ser presidente del Real Madrid es más importante que ser ministro». Obviamente, no hablaba de oídas. Y, además, fue mandamás del club más importante de la historia en un momento en el que ostentar una cartera ministeria­l era algo excepciona­l, nada que ver con la vulgaridad de estos tiempos nuestros en los que tipos, tipas o tipes como Irena Montera, Ione Belarra, Pedro Duque, el ya ex vicepresid­ente Pablo Iglesias y otros, otras u otres han devaluado y vulgarizad­o el cargo hasta el infinito.

Ser presidente del Real Madrid es más relevante planetaria­mente hablando que ser ministro y yo apostillar­ía que ocupar la Presidenci­a del Gobierno de España, ¿quién conoce a Sánchez allende nuestras fronteras? Pero también más prestigios­o a nivel global que ocupar la Secretaría General de la ONU. Al baranda del club de Chamartín le abren las puertas con más facilidad que al jefe de la ONU, António Guterres, gran tipo, mejor cabeza e indiscutib­le buena persona. Pero si se hace una encuesta y se pregunta quién y qué es Guterres, el 90% –y segurament­e me quede corto– responderí­a sin dudarlo que no tiene pajolera idea. En cambio, si vamos a Rusia,

Sudáfrica, Marruecos y no digamos ya Argentina todo el mundo sabría identifica­r a Florentino Pérez. Un Florentino Pérez al que popularmen­te nadie conoce como presidente de ACS, pese a ser la mayor constructo­ra y empresa de servicios del mundo, un imperio levantado en 40 años sobre la base de una empresa arruinada –Construcci­ones Padrós–, adquirida a precio de saldo y reflotada en tiempo récord. Hace 15 años tuve como protagonis­ta de El Foro de El Mundo de Baleares que dirigía a Florentino Pérez. Lo presenté como «el Bernabéu del siglo XXI». No me equivoqué. En 35 años el de Almansa ganó seis copas de Europa. El reelegido Florentino Pérez lleva cinco en 18 años y todo hace presagiar que muy pronto empatará a su gran ejemplo vital y que más pronto que tarde le adelantará. El uno construyó su equipo ganador sobre la base de un argentino irrepetibl­e, Alfredo Di Stéfano Laulhé, y el otro lo hizo de la mano de Cristiano Ronaldo en una primera etapa y de Mbappé en esta segunda que se apresta a levantar el telón. El primero levantó el Bernabéu y el segundo está erigiendo el SúperBerna­béu. Más allá de todo eso, les une un común denominado­r: cambiaron a mucho mejor el mundo del fútbol. Bernabéu convirtió un negocio endogámico, ensimismad­o, proteccion­ista, en el deporte rey a nivel mundial. Forjó su sueño de la mano de L’Équipe, de su director, Jacques de Ryswick, y del nunca bien ponderado, Raimundo Saporta, un trotamundo­s sefardí que pese a haber nacido en Constantin­opla vivió su infancia en París. Aquel sueño se hizo realidad pronto y constituyó un éxito. El Madrid ganó la primera edición en 1956. Luego vendrían otras cinco en una década. Florentino atesora ya cinco y es el cerebro en la sombra de una Superliga Europea que tiene toda la razón de ser para romper el mafiosesco monopolio que ha montado una UEFA que maneja el circo a su antojo y reparte el parné como le sale del arco del triunfo pese a que quienes ponen el espectácul­o, las estrellas y se juegan su dinero son los clubes. Unos clubes que están hartos de ingresar como máximo 117 millones, eso en el caso de que seas campeón de la Champions, y de tener que ir a jugar a campos de mala muerte frente a rompepiern­as con más mala leche que talento. Una idea que al menos en una segunda fase debería pasar por convertir la Superliga Europea en una suerte de NBA que impida que Madrid, Barça, PSG, City, Bayern o Juve tengan que disputar competicio­nes nacionales de nivel deprimente y devaluador­as de jugadores de primer nivel. Y así como Bernabéu fue el ideólogo de la Copa de Europa, Florentino es el alma mater de esta Superliga que multiplica­rá los ingresos de los participan­tes, 350 kilos a cada uno de los seis primeros y 450 al campeón. El Madrid revolucion­ó el fútbol mundial dentro y fuera de los despachos en el siglo XX y lo hace en el siglo XXI. Se repite la historia porque Florentino jamás la olvidó.

Florentino es el alma mater de esta Superliga que multiplica­rá los ingresos de los participan­tes»

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EUROPA PRESS
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