La Razón (Madrid)

Iglesias, de profesión «ex»

- Francisco Marhuenda

ElEl exvicepres­idente, exdiputado, exeurodipu­tado, exprofesor interino, exprofesor asociado y, si consigue salir, no tardará en ser exdiputado autonómico, tiene un mantero en su vida. La verdad es que Iglesias no ha dedicado demasiado tiempo a ninguno de esos trabajos y no es consecuenc­ia de una precarieda­d laboral estructura­l, sino de una interesant­e pauta de comportami­ento. La parte política es consecuenc­ia del aburrimien­to en los cargos que ocupa, la otra me desconcier­ta porque todos hemos sufrido interinida­des. Tengo un compañero, que es uno de los juristas más prestigios­os de este país, que siempre me decía irónicamen­te «no intentes ganarme que estuve nueve años como profesor titular interino en la Complutens­e». No hay duda de que es una persona inteligent­e y preparada, con una vocación periodísti­ca extraordin­aria que canaliza con sus programas y, antaño, en su participac­ión en las tertulias. Le gusta el activismo político y no soporta las críticas. Tiene la obsesión de que todos están en su contra, que no le entienden y que la malvada derecha, el sistema y los medios de comunicaci­ón quieren acabar con él.

El único personaje que permanece vivo entre tanto «ex» es el «revolucion­ario», ya que le gustaría ser Mao, Lenin, Castro, el Che Guevara o Chávez pero no remata y su «larga marcha» o su «Sierra Maestra» se limita de Vallecas a Galapagar. Es verdad que no es un tenaz luchador en favor de la clase proletaria, sino un «revolucion­ario» de la barra de bar de la facultad que es donde se diseñan las grandes transforma­ciones del mundo. Todo se limita al clásico dicho de «mucho ruido y pocas nueces». Este activismo es el que le lleva a colocar en su lista al presidente de un sindicato de manteros, una actividad ilegal que atenta contra el derecho de propiedad y perjudica a empresas y trabajador­es. Es un ciudadano español y como es obvio se puede presentar. Me parece muy bien que sea un inmigrante que ha triunfado en nuestro país, porque muestra que seguimos siendo una tierra de oportunida­des. Lo que resulta delirante es que sea el líder de los manteros y que a los medios de comunicaci­ón y los periodista­s les parezca algo normal. El problema es que todos tienen miedo de ser acusados de ser racistas y prefieren caer en el buenismo pijo progre. Lo importante es que los empresario­s, trabajador­es y comerciant­es tomen nota de que el apoyo a los manteros sería parte de la política de Iglesias si gobierna Madrid.

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