Rinocerontes « lanudos» alérgicos a la endogamia
Quedan menos de 100 ejemplares en libertad de esta especie, pero parece que están manteniendo su variabilidad genética contra todo pronóstico
Cuando pensamos en rinocerontes «lanudos» nos viene a la mente una imagen glacial de cuando nuestros antepasados prehistóricos cazaban con lanzas y bifaces a través de las nevadas estepas europeas. Sin embargo, aunque la especie llamada propiamente lanuda (Coelodonta antiquitatis) está extinta, estos no fueron los últimos rinocerontes «lanudos» de la historia. De hecho, hay una especie que, aunque no está emparentada directamente con estas bestias prehistóricas, luce una modesta mata de pelo. Convivimos con uno «lanudo», aunque tal vez esto deje de ser cierto muy pronto. Se trata de los rinocerontes de Sumatra, habitantes de un lugar lugar caluroso y húmedo, insólito para imaginar estos animales peludos.
El último misterio
Los cuerpos grandes dificultan el intercambio de calor con el medio, por eso conviven en entornos fríos, pero dan problemas de refrigeración en los cálidos; sumar pelo a su corpulencia no parece, a priori, la mejor estrategia, aunque esta especie no es tan grande, pesando apenas 800 kilos, una minucia comparado con los 3.600 del rinoceronte blanco o a los 5.000 del extinto elasmoterio. El gran problema de este pequeño rinoceronte es otro, y es que apenas quedan 100 ejemplares en libertad. ¿O tal vez no?
No debería ser sorpresa para nadie que uno de los problemas que están minando las poblaciones de rinocerontes de Sumatra son los relacionados con la deforestación y las agresivas técnicas de cultivo. Sin embargo, durante los últimos años parecen haber aumentado los problemas de salud y disminuido algo la fecundidad de la especie. Al venir de la mano y analizando los detalles, los expertos han empezado a sospechar que todo ello pudiera deberse a una endogamia previa a su extinción. Menos de 100 individuos son muy pocos para mantener vivo el acerbo genético de una especie. Dicho de otro modo, en un pueblo con 100 habitantes, muchos de ellos serán parientes cercanos y, por lo tanto, genéticamente pareci
dos. Esto contribuye a que se pierdan rasgos poco frecuentes, como son, en nuestro caso, los ojos verdes, que estando en un 3% de la población, si tomamos una muestra de tan solo 100 personas, no es descabellado pensar que podamos pasarlos por alto. Esta falta de variabilidad es la misma que propicia la aparición de enfermedades genéticas que, antes, quedaban «diluidas», complementando los posibles defectos de un progenitor con la normalidad del otro.
Precisamente por esto, cuando las poblaciones se reducen lo suficiente, las enfermedades genéticas recesivas fomentadas por la endogamia se convierten en el golpe de gracia para la especie, que puede ver acelerada su extinción. Preocupados por esto, un grupo de investigadores decidieron analizar el ADN de 21 rinocerontes, de los que 16 eran ejemplares vivos habitantes de Sumatra y Borneo mientras que los otros 5 provenían de una población extinta recientemente que habitaba Malasia. De este modo, los científicos no solo podrían ver el estado actual de la especie, sino compararlo con el que tenía una de sus poblaciones inmediatamente antes de desaparecer.
Contra todo pronóstico y para sorpresa de los investigadores, los rinocerontes analizados en Sumatra y Borneo mostraron una baja consanguineidad: pocos indicadores de endogamia. La explicación más posible es que sus poblaciones se hayan visto reducidas hace tan poco tiempo que todavía no han notado los efectos de la pérdida de acervo genético. De hecho, la población perdida de Malasia sí que mostró un súbito aumento de la endogamia poco antes de extinguirse. Hipótesis menos plausibles sugieren que podríamos estar calculando mal la población de rinocerontes de Sumatra en libertad, pero, en cualquier caso, lo más probable es que se deba sobre todo a que la población adulta fue concebida en un momento en el que el número de ejemplares todavía no estaba tan reducido. Y precisamente por eso, los científicos creen que han llegado a tiempo de evitar la catástrofe. Aumentar el número de ejemplares es bastante complejo, pero una alternativa sería trasportando estos rinocerontes desde Sumatra a Borneo y viceversa. La otra forma de conseguirlo es mediante la inseminación artificial.
Estas técnicas permitirían matar dos pájaros de un tiro y, secuenciando el ADN de los progenitores antes de cruzarlos, evitar así que las nuevas generaciones hereden mutaciones peligrosas. Se trata de un movimiento a la desesperada por salvar al último de los rinocerontes con pelo. Un recuerdo engañoso de otros tiempos en que la Naturaleza se enfrentaba a nuestros antepasados mucho antes de que las tornas se volvieran.