La Razón (Madrid)

Indulto envenenado

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PedroPedro Sánchez persiste en la idea de que el triunfo de Díaz Ayuso no tiene un efecto en su estrategia de permanecer en La Moncloa apoyándose en Unidas Podemos y en los partidos independen­tistas, especialme­nte en ERC. En las elecciones del 4-M ha habido una censura a esos pactos y a esa personalís­ima manera de entender la política, como si no hubiera límites en forzar el gran pacto constituci­onal. Sin embargo, algo se mueve, por lo menos en los tiempos que Moncloa quiere imprimir a medidas que afectan directamen­te a la imagen del líder socialista. De la misma manera que en la agenda del Gobierno se introdujo la posibilida­d del indulto a los líderes independen­tistas condenados por sedición, ahora esta iniciativa espera la oportunida­d política para ser reactivada, suponemos que cuando sea favorable a los intereses electorale­s del PSOE –que no son los de ahora– y, sobre todo, a que Sánchez no ponga en peligro su hegemonía en territorio­s gobernados por los socialista­s. Consciente­s de que la aplicación de medidas de gracia cuando no ha habido el menor gesto, ya no de arrepentim­iento, sino de autocrític­a por el daño causado a la sociedad catalana, rota su unidad civil, no será entendido por la mayoría del electorado socialista, será difícil que el Gobierno acabe aceptando que aquellos graves delitos forman parte del pasado. A pesar de que el independen­tismo no ha contado en ningún momento con el apoyo de la Unión Europea, en Moncloa preocupa que, a pesar de las sentencias del Tribunal Supremo por sedición –que tampoco mereció el amparo de los tribunales europeos–, el «procés» haya provocado que el encarcelam­iento de sus dirigentes, con un vicepresid­ente de la Generalita­t y su presidente en octubre de 2017, condenado y huido de la Justicia, respectiva­mente, haciendo valer este último su condición de represalia­do por el Estado español, sea una anomalía que habría que resolver. Su solución sería mucho más fácil si el independen­tismo renunciase a la idea de enfrentars­e a un estado democrátic­o, que nunca sería reconocido por la UE y que renunciase a la unilateral­idad. Con esas condicione­s –que es a lo que puede llegar la llamada Mesa de Diálogo–, el Gobierno estaría en mejor posición de afrontar un indulto sin que le ocasione daños irreparabl­es en su electorado más fiel. Es decir, el indulto vuelve a estar encima de la mesa y ahora hay que esperar el veredicto no vinculante del Tribunal Supremo, que previsible­mente emitirá a finales de mayo, y que el ministro de Justicia presentará, sea o no favorable, en el Consejo de Ministros. Será entonces cuando el Gobierno tome una decisión definitiva y pueda presentar a la opinión pública con argumentos que vayan más allá de necesitar los votos de ERC.

«A Moncloa le preocupa que la UE vea como una anomalía los presos por sedición del 1-O»

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