La Razón (Madrid)

Vía a los indultos: «La UE no entiende los políticos presos»

Moncloa prepara los argumentos para vender la medida de gracia. La relación con el independen­tismo marcará la nueva época

- Carmen Morodo - Madrid

Sánchez quedará sometido a la presión de su partido y la de su propia superviven­cia al frente del Gobierno

Cataluña vuelve a quemar en el PSOE. Quedan dos semanas en la negociació­n del nuevo Gobierno catalán, antes de ir a elecciones, llenas de obstáculos, y en las que la impresión que deja el choque de trenes en el independen­tismo es que todo puede pasar. Pero, al mismo tiempo, la agenda aprieta en el Ejecutivo de Sánchez, donde, salvo que haya de nuevo una convocator­ia electoral, tendrán que enfrentars­e a los indultos y a la mesa de diálogo. Las elecciones de Madrid han cerrado la puerta a un final precipitad­o de la Legislatur­a, al menos, en teoría, y con los elementos que hoy se conocen. La debacle electoral del PSOE en Madrid ha confirmado el desgaste del «sanchismo» y la necesidad de ganar tiempo, parapetado­s en una campaña de buenas noticias con la que intentarán recomponer la figura antes de someterse a un nuevo examen electoral.

Los indultos son un problema para el PSOE y para el «sanchismo». En Moncloa justifican incluso en Europa la necesidad de mover esta impopular ficha en el tablero nacional. «Nos está perjudican­do porque en Europa no entienden que haya dirigentes políticos en la cárcel». Pero este argumento, con el que hace semanas se planteaba el escenario post 4-M, choca con la sangría madrileña y con el coste electoral para Pedro Sánchez, y, por ende, para el PSOE de cualquier medida de gracia, aunque sea parcial, en favor de los líderes del «procés». Cataluña se mueve con otras claves que son las que explican que el ex ministro Salvador Illa fuera el cabeza de lista más votado en las últimas elecciones catalanas, pero fuera de Cataluña las alianzas, los guiños y la política de apaciguami­ento del independen­tismo, aunque se vista con la razón del interés general, implica un importante desgaste para las siglas del partido. En el último año el PSOE ha salido mal parado de las consultas electorale­s en el País Vasco y Galicia, lo que refleja ese desgaste del Gobierno que afecta a los dos socios de la coalición.

La tensión en Cataluña entre ERC y JxCat podría terminar en un adelanto electoral, pero es la opción que se considera menos probable. Las espadas están en alto y se sostienen los pulsos finales, pero, por más que en el partido de Carles Puigdemont aireen que unas nuevas elecciones les podrían llevar a imponerse sobre ERC, por reagrupami­ento del voto, esto ni está garantizad­o ni es tampoco garantía de que los de Oriol Junqueras fueran a dejarles gobernar. Y el veto de la izquierda, negociable todavía en el caso de ERC, no tiene marcha atrás si el candidato a la Generalita­t fuera del partido de Puigdemont. Por tanto, todas las partes tienen más que perder, que ganar, de someterse de nuevo al examen de los catalanes en las urnas.

Una vez se despeje el horizonte catalán, determinan­te para la estabilida­d de Sánchez en Madrid, el Gobierno volverá a recibir la presión para que constituya la mesa de partidos a la que lleva dando largas desde que echó a andar la legislatur­a. El Tribunal Supremo tiene que dar a conocer su informe sobre los indultos, que será contrario. Y Sánchez quedará sometido a la doble presión: la de su partido, para que no siga avanzando por un

terreno que les perjudica electoralm­ente, y la de su propia superviven­cia en Moncloa. Precisamen­te, quienes han ido abonando el terreno con argumentos como el arriba citado, el de que es Europa quien obliga, supuestame­nte, a mover ficha en favor de los líderes del «procés», son los que hoy están más señalados dentro del PSOE.

Pero también es verdad que esto no hace mella en Moncloa. En ese círculo que rodea al presidente del Gobierno se habla del «sanchismo» como una marca que está por encima de las propias siglas del PSOE. El proyecto es el «sanchismo» y todo debe estar sometido a él, porque los dirigentes territoria­les del PSOE no son capaces de valorar, según el análisis de la «fontanería» de Moncloa, hasta dónde puede llegar ese proyecto construido en los despachos de Palacio. Para que sobreviva el «sanchismo» es condición imprescind­ible que el Gobierno sea capaz de mantener las alianzas de la investidur­a que le blinde incluso en unas elecciones en las que el PSOE no llegue a ser la primera fuerza, pero, aun así, sume más escaños que la derecha.

Y aquí es donde encaja la obligación de medir hasta dónde les cabe seguir avanzando en relación a su hoja de ruta catalana, sin que les suponga un coste político que debilite territoria­lmente y, por efecto arrastre, al «sanchismo».

En la legislatur­a que de verdad empieza ahora, como ha proclamado la ministra de Trabajo, Yo landa Díaz, el Gobierno también tiene pendiente de tramitar la reforma de los delitos de sedición y de rebelión, que tiene como objeto rebajar la condena a los políticos que cumplen prisión por el golpe unilateral del 1-O. En el plan de Moncloa, ésta puede ser otra decisión sin margen para estirar más en el tiempo, pero asumiendo que tampoco entra dentro del paquete de buenas noticias con las que esperan levantarse del golpe de del 4-M.

Los fondos y la vacunación son los talismanes en los que confían para tapar todos los sobresalto­s. Pero ya han saltado las alarmas sobre la urgencia que puede poner Bruselas a la reforma de las pensiones y sobre las dificultad­es para canalizar en tiempo y en forma los fondos de la UE en proyectos de entidad.

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EFE El ex vicepresid­ente de la Generalita­t Oriol Junqueras sale de la cárcel de Lledoners

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